Yo visité Ganímedes -Capítulo IX-


La cuarta dimensión

Debo advertir que resulta muy difícil tratar de explicar fenómenos, o hechos, correspondientes a un mundo de cuatro o más dimensiones, con el lenguaje corriente estructurado por un mundo en que sólo se conocen tres. Pero ya que no tenemos otro, sigamos adelante. El genio investigador en algunos sabios modernos, como Albert Einstein entre otros de este siglo, ya han llegado a vislumbrar su existencia.

Pero la principal dificultad estriba en que el método y los cálculos matemáticos se basan en leyes y comprobaciones correspondientes a la física de un determinado plano de la Naturaleza: El plano de la materia concreta, de la física en tres dimensiones...

Y en los planos superiores al de la materia como la conocemos rigen otras leyes, existen nuevas fuerzas y la misma materia se nos presenta en nuevas formas, que en ciertos ni. veles puede llegar a confundirse con la energía. El concepto de la constitución atómica y molecular de la materia, que rige hasta ahora nuestra ciencia, no es un concepto absoluto, sino relativo, como todo en el Universo. Las teorías clásicas del átomo han tenido que ser modificadas, paulatinamente, a medida que se fue descubriendo la existencia, dentro del mismo, de partículas aún más pequeñas.

Ya se vislumbra la presencia, en la materia, de corpúsculos o partículas tan infinitamente microscópicas como para ser menores, aún, que los protones, electrones y neutrones...

Esto podrá acercar a nuestros físicos, más o menos pronto, a los linderos de esa cuarta dimensión. Pero no podrá solucionarse el problema hasta que no se encuentre los medios adecuados para su estudio, y se pueda comprender, primero, y trabajar después, en los planos de la Naturaleza que trascienden y dominan al más inferior de ellos, el de la materia física y concreta conocido por una humanidad que sólo cuenta con cinco sentidos en un mundo de tres dimensiones...

Esos otros planos, o dimensiones —pues los nombres importan poco— fueron conocidos, estudiados y comprobados, desde la más remota antigüedad, por determinadas ''escuelas" o centros de enseñanza esotérica, que en diferentes épocas y lugares impartieron su instrucción, dentro de normas y disciplina muy severas, a grupos muy seleccionados, por la índole especial de los conocimientos y la necesidad imperiosa de entregarlos, solamente, a quienes llegaran a capacitarse y probar su idoneidad para ello.

Porque el conocimiento de tales verdades, implica el desarrollo de nuevos poderes o facultades que, de estar en manos inexpertas o inmorales, podrían ocasionar verdaderos cataclismos. El dominio absoluto de la Materia y sus relaciones intimas con la Energía, dentro de los infinitos límites del Cosmos, sólo pueden ser obtenidos por quienes, a través de una larga evolución, hayan alcanzado los más altos niveles morales, intelectuales y mentales, para no hacer mal uso, en ninguna parte ni en ninguna forma, de esos mencionados poderes, que van implícitos en cada una de las grandes verdades ocultas que la Vida manifiesta en los diferentes niveles, planos o dimensiones en que se divide el universo físico y su contraparte, o Cosmos integral...

Cualquiera persona, con cierta cultura, tendrá, por lo menos, alguna noción o elemental conocimiento de la existencia de tales escuelas, fraternidades u órdenes, algunas mejor conocidas; otras en verdad tan secretas, que su existencia ha transcurrido, desde siglos, entre los herméticos límites de sus disciplinados miembros.

¿Quien no ha oído hablar, por ejemplo, de los Hermanos Esenios, de la época de Cristo; de los Rosacruces, o Fraternidad Rosa-Cruz; de los Magos de Zoroastro, en la antigua Persia; de las Sociedades o Escuelas Teosóficas; de los Misterios de Eleusis, en la antigua Grecia; de los misteriosos Lamasterios del Tibet y de la India; o de la moderna Fraternidad Universal de Hermanos Acuarianos u Orden de Acuarius...

Pero ¿habrá muchos qué puedan saber, algo, positivo, acerca de los Hermanos de la Esfinge, del antiguo Egipto, de la hermandad secreta de Antiguos Nazarenos; de los herméticos Caballeros de la Mesa Redonda; o de los invisibles Discípulos de la Gran Logia Blanca de los Himalayas...?

Mucho ha avanzado nuestra cultura en los últimos siglos. Es realmente encomiable el rápido y sorprendente desenvolvimiento de la ciencia y de la técnica, en especial lo que hemos alcanzado en las últimas décadas del presente siglo; pero ¿hemos avanzado, igualmente, en los dominios de la moral, de la ética, de la política regional o internacional, o simplemente en el desarrollo de los campos ilimitados de la mente y del espíritu...?

Y es, precisamente, en estos terrenos en los que necesita el hombre de la Tierra cultivarse, conquistar nuevos laureles, subir muchos peldaños en la Escala de la Vida, para poder conseguir la superación integral requerida para su ingreso consciente y voluntario a planos, reinos, dimensiones o mundos superiores al de la materia física...

No es una discriminación caprichosa.

En el Universo y en el Cosmos, nada se hace por capricho. Ya lo dijo, también, Einstein, al refutar la teoría del físico alemán Heisenberg sobre el "Principio de la Incertidumbre", que pretendía afirmar que algunos fenómenos ocurridos en los átomos eran fruto del azar.

El sapientísimo padre de la teoría de la relatividad manifestó, al respecto:

"No puedo creer que Dios juegue a los dados con el mundo".

Y en efecto, nada es fruto del azar ni de mera coincidencia, en el Cosmos. Fíjese bien que no decimos en el Universo, sino en el Cosmos; porque debemos entender que nos referimos al Cosmos como forma integral del Universo: Universo Físico, material, tangible, visible, audible y computable con los medios y los sentidos conocidos en un tipo de mundos como el nuestro.

Y ese otro Universo Suprafisico, etérico, extrasensorial, psíquico, inmaterial para el concepto que nosotros tenemos de la materia, pero material también, desde el punto de vista de las diferentes gradaciones en que se desarrolla la Materia, desde los niveles más bajos y pesa. dos hasta aquellos en que llega a confundirse con la Energía, en esos escalones supremos de la Vida que representan los reinos o Mundos del Espíritu, uno de los cuales es aquel al que se refiriera, varias veces. Cristo, cuando decía: "Mi Reino no es de este mundo".

Y en esos reinos, planos o dimensiones, como prefiramos llamarlos, se generan las causas de muchos efectos que, en planos inferiores tienen lugar, sin, a veces, una causa lógica aparente. Porque la lógica y la razón están subordinadas al conocimiento comprobado de los hechos. Y los hechos, o fenómenos en un mundo determinado han de suceder dentro de los limites de las fuerzas o leyes que rijan en ese mundo, para ser aceptados por la inteligencia o la conciencia común de las gentes de ese mundo.

Sin embargo, en nuestro planeta abundan los casos de hechos o fenómenos realizados, en todos los tiempos y lugares, que siendo innegables! escapan a toda lógica o razonamiento, a toda comprobación con los medios científicos acostumbrados o a toda forma de análisis común o corriente. ¿Cómo explicarlos?... Ahí está el problema. Cuando la existencia de tales hechos resultó comprobada, seriamente, a veces hasta por pueblos enteros, nadie se atreve a negarlos. Ejemplos, tenemos multitud a través de la Historia y de las tradiciones aceptadas por todos los pueblos y por todos los seres humanos.

Podría decirse que no hay una sola persona en la Tierra, a quien, por lo menos, no le haya ocurrido aunque sea una sola vez uno de estos hechos inexplicables. Y esto se multiplica por los millones de seres que pueblan nuestro mundo. Si esto ha sucedido, y continúa sucediendo, pese al gran adelanto de la ciencia y de la técnica actuales, sin que esa ciencia y esa técnica puedan encontrar respuesta satisfactoria al enigma planteado por uno de aquellos casos, ¿dónde hallar la solución?

Tiene que aceptarse, entonces, la presencia de causa o causas que generan esos hechos, y sutiles causas han producido fenómenos de cierta magnitud, y tanto los efectos cuanto las causas no tienen explicación dentro de los conocimientos de nuestra humanidad o de nuestro mundo, es forzoso reconocer que han de existir fuerzas o entidades generadoras de aquellas, por lo mismo de que la nada no genera nada, que la nada no existe en el Universo y que todo efecto, por extraño que parezca, supone una causa, y si esa causa escapa a toda posibilidad de explicación terrena, es debido a que nuestros conocimientos aún no llegaron al nivel en donde se mueven, reinan o se desarrollan tales fuerzas o entidades.

En otras palabras, estamos a la puerta, o en la frontera, de esos mundos superiores a que nos venimos refiriendo, planos o dimensiones, como nos plazca llamarlos, en los que se genera o tienen su evidente expresión los múltiples aspectos de la Vida Eterna todavía incomprensibles por nosotros...

Y uno de esos planos, el más cercano, es aquella "cuarta dimensión". Viene a ser, como si dijéramos, un puente entre nuestro mundo físico y los mundos superiores suprafísicos, o planos de materia y de energía superiores a todas las conocidas por humanidades del tipo de la nuestra.

La que habita en Ganímedes —ya lo hemos dicho— posee dos sentidos más, y con ellos, los medios c instrumentos para actuar, simultáneamente, en los planos inferiores y en el inmediato superior. El sexto sentido, o de la clarividencia y clariaudiencia, permite recibir, organizar y controlar, consciente y voluntariamente, la amplísima gama de fenómenos que se originan y tienen su cabal expresión en las nuevas formas que asume la materia en ese plano, y las diferentes clases de ondas y frecuencias vibratorias que se manifiestan en el mismo.

Vale decir que la Materia y la Energía ofrecen nuevos campos de experimentación y de trabajo a quienes poseen tal sentido, que, en cierto modo, es aquel "tercer ojo" del que nos han hablado antiguas escuelas esotéricas orientales. Pero ya dijimos, y debe tenerse presente, que los hombres de Ganímedes lo tienen por naturaleza. Es un sentido con órganos fisiológicos propios y de nacimiento. Se ha dicho, igualmente, que resulta difícil explicar en lengua je de otro mundo, realidades o fenómenos de un mundo diferente.

Procuraremos ayudarnos en la tarea con ejemplos del funcionamiento de tal facultad o sexto sentido.

En primer lugar hemos de recordar que la constitución atómica y molecular de todos los cuerpos, sean elementos o compuestos, según la clasificación de nuestro mundo, alcanza niveles cada vez más sutiles y actúa dentro de la influencia de fuerzas y energías, también diferentes, en varios aspectos, a las ya conocidas por nosotros. Todas ellas son captadas por el nuevo sentido, y esto no es difícil de entender si recordamos que entre nosotros, muchas ondas visuales y sonoras escapan a los límites de nuestra vista u oído. También, toda la variedad de ondas electromagnéticas, por ejemplo, las utilizadas en la televisión o la radio, habiendo existido siempre en torno a nosotros, sólo fueron conocidas cuando se las pudo evidenciar con el descubrimiento de modernos medios e instrumental adecuados.

Otro ejemplo, más sencillo aún, nos lo da la fotografía con rayos infrarrojos. Sabemos cómo es imposible impresionar placas en la obscuridad; pero con la ayuda de los rayos infrarrojos, que no son visibles por el ojo humano, se logra hacerlo. Igual fenómeno acontece con los rayos X. La retina es incapaz de captarlos. Pero desde su descubrimiento por Conrado Roentgen, ha sido posible ver a través de ciertos cuerpos opacos. Claro que esta visión no es absolutamente clara ni alcanza, totalmente, a la materia toda universal ni menos a la cósmica.

Pero nos permite evidenciar objetos que, sin ellos, estaban fuera del alcance de nuestra vista común.

Algo parecido, en escala mucho mayor, en aquel sexto sentido, o "tercer ojo". Esta denominación, de origen oriental, no es propiamente exacta. No se trata, en realidad, de un ojo nuevo, sino de la facultad de percibir, claramente, los fenómenos, fuerzas y entidades que existen dentro de un plano en que la materia se encuentra en grados más sutiles que los conocidos en otro plano inferior de la Naturaleza, que es el nuestro.

Los descubrimientos, cada vez más notables en el campo de la electrónica, de las ondas electromagnéticas y otros, en el curso de este último siglo, nos demuestran la realidad de tales fenómenos. Y si tenemos en cuenta que, a cada plano de la Naturaleza, o dimensión en la escala de la Vida, corresponden ciertos grados o límites de sutileza, frecuencias de onda o manifestaciones de tipo etérico de la Substancia Cósmica Universal que interviene en las diferentes formas como se manifiesta la Vida en todos y cada uno de los planos o mundos que integran el Cosmos, podremos comprender que el problema se reduce a encontrar los medios de evidenciar tales formas de vida, como ya se ha obtenido en algunos casos, con los últimos descubrimientos, algunos de los cuales hemos mencionado.

El sexto sentido, por tanto, siendo una facultad nueva, que se manifiesta a través de todo el cuerpo, especialmente del cerebro, permite conocer la vida y los seres que viven dentro de aquellos límites, a los que no alcanzan las posibilidades materiales sensorias de un plano inferior. Así, quienes lo poseen, podéis ver a través de todas las formas de materia sólida. Las paredes, las más compactas rocas, metales, o cuanto conocemos en vuestro mundo, son como cristal transparente y limpio para ese "tercer ojo".

El interior del cuerpo humano, y de todos los cuerpos, de todas las substancias y de todos los seres, es perfectamente visible, comprensible y hasta audible. Nada puede permanecer oculto a tan poderosa visión. Ni siquiera el pensamiento. Porque el sexto sentido, ya lo dijimos, puede "ver" o alcanzar a percibir no sólo todas esas nuevas formas de materia, sino hasta las fuerzas que las mueven y el desarrollo y trayectoria que éstas siguen. De tal suerte el clarividente conoce, en su amplitud (relativa, pues todo se condiciona al mayor o menor. grado de potencia de dicha facultad) cuanto existe o vibra en un mundo nuevo, además del mundo físico por nosotros conocido.

Y en ese otro plano, o cuarta dimensión, tienen su morada muchos seres y entidades inteligentes, no sólo de tipo humano, sino también infrahumano y suprahumano, como aquellos "espíritus de la Naturaleza" ya mencionados; y también, junto con seres angélicos de nivel superior a toda humanidad, que pueden visitarlo con frecuencia para el cumplimiento de misiones cósmicas especiales, se hallan, de paso, las almas de quienes abandonaron la Tierra al morir, Todos estos puntos requieren una mayor explicación. Vamos a darla en un próximo capítulo.

Pero antes de terminar éste, conviene exponer que tales hechos han sido conocidos y comprobados, en la Tierra, por todos los discípulos avanzados de aquellas escuelas esotéricas u órdenes iniciáticas secretas ya mencionadas. Y entre los sabios moderados más connotados, aquel gran inventor norteamericano Thomas Alva Edison, también llegó a participar, secretamente, de tal conocimiento.

Antes de morir, estuvo empeñado en descubrir la forma de construir un mecanismo que pudiese evidenciar aquel plano de la Naturaleza, permitiendo comunicarnos con los muertos...