El Grial y el secreto de Kayona (Continuación)

Desde el arribo del Grial al viejo continente, la copa de Cristo habría estado en manos de diferentes custodios. Algunos sugieren que Parsifal, dicho sea de paso descendiente directo del propio José de Arimatea, protegió la copa de Cristo. Lo cierto es que los Caballeros Templarios conocían de ella, y sabían que los Cátaros de Montsegur la poseían. Posiblemente esta situación agudizó la persecución religiosa a la que fueron sometidos hasta pagar con la muerte. Se piensa que al ver que en la vieja Europa el Grial no estaba seguro, los Templarios, que mantenían, como ha demostrado la historia, una importante vinculación con el catarismo, decidieron llevar el objeto sagrado a América del Sur, adelantándose varias centurias al viaje de Colón. ¿Fueron ellos los hombres barbados de América? No lo sabemos. Como tampoco sabemos si el objeto que custodiaban los Cátaros era realmente el Santo Grial, que llegó a sus manos desde los tiempos del viaje de José de Arimatea. Tampoco sabemos si fue de otra forma como los Templarios accedieron a la mítica Copa de Cristo. Incluso, existe más de un escritor que pone en duda que la antigua orden del Temple haya puesto sus manos en la sagrada reliquia.

El hallazgo de una presunta piedra con símbolos de la vieja orden de caballeros ―una roca con una cruz simétrica tallada en profundidad―, en abril de 1998 en plena patagonia argentina...
El hallazgo de una presunta piedra con símbolos de la vieja orden de caballeros ―una roca con una cruz simétrica tallada en profundidad―, en abril de 1998 en plena patagonia argentina, invita a pensar que en los antefuertes de los Andes y en la zona central patagónica se estableció un grupo de características indoeuropeas que podría explicar, inclusive, la existencia de la mismísima Ciudad de los Césares.
Como fuese, sí hay indicios de una visita templaria en América del Sur: El hallazgo de una presunta piedra con símbolos de la vieja orden de caballeros ―una roca con una cruz simétrica tallada en profundidad―, en abril de 1998 en plena patagonia argentina, invita a pensar que en los antefuertes de los Andes y en la zona central patagónica se estableció un grupo de características indoeuropeas que podría explicar, inclusive, la existencia de la mismísima Ciudad de los Césares. La noticia del descubrimiento de la piedra templaria llegó a nosotros a través de un artículo basado en la ponencia del Ing. Fernando M. Fluguerto Martí en el Centro de Estudios Evolianos de Buenos Aires. Su investigación era acorde a la pista que nosotros veníamos olfateando en la patagonia. Según Flugerto Martí, apoyándose en los relatos que esgrimen antiguos textos medievales, una embarcación europea habría llegado al golfo de San Matías, al sur de la Argentina, con 33 hombres que llevaban túnicas blancas y una cruz roja en medio del pecho.

Ellos poseían el Grial, según Martí… ¿Templarios? Al menos bajo esta sospechosa descripción se les menciona en la obra medieval “Li hauz livres du Graal”, de autor anónimo pero traducida al francés antiguo por la investigadora Victoria Cirlot. Frente a todo esto es de preguntarse si fue en Argentina donde se estableció el Grial tras su larga travesía desde Europa. Como haya sido: ¿no es curioso que el nombre latín del plato de plata del Grial, “Argentum”, es similar a “Argentina”, cuyo nombre deriva, precisamente, del Río de la Plata que discurre por su geografía? Debemos decir que no hay ninguna prueba concreta que termine de confirmar el arribo del Grial a América del Sur. Así como tampoco existen pruebas determinantes de que ello no pueda ser factible. En consecuencia, el misterio se mantiene, y posiblemente la Ciudad de los Césares sea la clave de este misterio que nos podría llevar a una revelación extraordinaria.

Las últimas investigaciones señalan que aquel misterioso grupo de navegantes que arribaron en el Golfo de San Matías penetraron la Patagonia abandonando la costa hasta llegar a Valcheta ―poblado donde se halló la presunta piedra templaria―, el pueblo de partida para dirigirse, curiosamente, al corazón de la meseta de Somuncurá, el lugar que los indígenas relacionan con la leyenda de la Ciudad de los Césares. ¿La Ciudad de los Césares era entonces un remanente de caballeros templarios? ¿El Tesoro del cual se hablaba no era inca sino reliquias de la antigua orden? ¿Y cómo explicar los túneles y demás leyendas de ciudades intraterrenas? ¿O será acaso que los Templarios venían a un lugar concreto de la Patagonia porque sabían lo que iban a encontrar? No tenemos aún ninguna respuesta.

Kayona: un secreto bajo los hielos antárticos

La conexión de la Antártida con el mundo subterráneo es estrecha.
La conexión de la Antártida con el mundo subterráneo es estrecha. No nos olvidemos que el continente antártico estaría formado por dos grandes masas de tierra.
La Tierra no guardó siempre la configuración actual de sus continentes y su conocido eje de 23.5 grados en relación a la eclíptica. Como sabemos, hubo muchos cambios en su historia, algunos de ellos tan violentos que llegaron a convertir viejas zonas tropicales en mantos de perpetuos hielos. En la actualidad, por ejemplo, es un hecho harto conocido que el desierto de Sahara era un mar y que en el Polo Sur no había hielo. En todo el mundo se produjo un drástico cambio climático que no fue lento, tal como afirma la ciencia, sino relativamente rápido ¾quizá súbito¾ como consecuencia del llamado “impacto-diluvio”.

Restos fósiles de palmeras en Canadá, árboles con sus frutos intactos y bosques completos congelados bajo la sólida capa de hielo del Polo Sur, son ejemplos de un grave y posiblemente “sorpresivo” cambio en la historia terrestre. Este cambio, habría sido producido por el impacto de uno o más cuerpos celestes en nuestro planeta, como ocurrió en la Era Secundaria. La última noticia de choques cósmicos en la Tierra, nos remonta a sólo unos 12.000/13.000 años atrás, cuando dos fragmentos de un planeta desaparecido entre las órbitas de Marte y Júpiter (donde actualmente se encuentra el famoso cinturón de asteroides) se precipitaron a nuestro planeta, generando con ello una suerte de “diluvio universal”, que bien podría explicar la famosa destrucción de la Atlántida en “un solo día”, tal como afirmara Platón en sus Diálogos. Otras teorías hablan también de un “cambio climático extremo” debido a cambios importantes en el Sol por a una radiación del centro galáctico que ocurre cíclicamente. Según el astrofísico Paul Laviolette, ello sucedió hace 13.000 años y podría repetirse en 2012, situación que evoca el fantasma de las mal entendidas profecías mayas.

Sea lo que haya sucedido aquel gran cambio climático supuso el fin de la Era de los Mamuts, por la súbita congelación de Siberia y las zonas occidentales de Alaska en el hemisferio norte, así como de la Antártida, el tema que ahora nos ocupa, en el hemisferio sur. Por ejemplo, el historiador griego Heródoto (490-425 a.C.) refiere en el segundo libro de su Historia conversaciones que mantuvo con sacerdotes egipcios durante su visita al país del Nilo. Los sacerdotes le informaron sobre 341 generaciones de reyes y le contaron que en “ese tiempo” el Sol había salido cuatro veces por el lado equivocado... Dos veces el Sol describió en el cielo la trayectoria que no es habitual y otras dos veces se puso donde ahora sale (?). En los siglos precedentes, este escrito de Heródoto ha sido objeto de gran controversia.

Si se presupone una rotación y una órbita invariable de la Tierra a lo largo de toda su historia, algunos escritos antiguos no pueden interpretarse. ¿Vivimos un cambio físico de eje en tiempos más cercanos a lo que suponíamos? Los textos egipcios afirman de manera repetida y contundente que “el sur se convierte en el norte y que la Tierra se inclina hacia adelante” o que las estrellas ya no vivían en el oeste sino que aparecían en el este. Asimismo, los egipcios conocían varios nombres para el Sol oriental y el Sol occidental. Insisto: ¿Son estas descripciones sólo indicios de un intenso movimiento rotatorio a modo de peonza o describen incluso las múltiples inclinaciones que sufrió la Tierra?

Bajo los hielos de la Antártida reposa la ciudad perdida de “Kayona” o “Kaoma”, congelada súbitamente por estos violentos cambios planetarios que acabamos de observar. Hasta donde sabemos, fue la civilización más avanzada de la Tierra, superando largamente a los propios sumerios, egipcios, mayas e incas. Aunque no hay mayores referencias a esta ciudad secreta, conocemos de ella gracias a los mensajes de los Maestros del mundo subterráneo, que nos dicen que se halla vinculada al misterio de la Ciudad de los Césares e inclusive a la posible presencia del Grial. Este enigma supremo fue suficiente para motivar a Hitler a enviar ambiciosas expediciones en busca de esos secretos. ¿Por qué la Alemania Nazi buscaba el Grial en America del Sur y, concretamente, en la Antártida? ¿Sabían acaso de Kayona?

Es curioso que todo objeto sagrado que involucrase la sangre de Cristo haya querido ser alcanzado por el Partido Nacional Socialista bajo las órdenes de Hitler. De ello no hay duda: El Arca de la Alianza, la Lanza de Longinos y el propio Grial fueron perseguidos por años, aun después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Se dice que a partir de 1936 la Alemania Nazi desarrolló inclusive prototipos de aeronaves que desafiaban las leyes de gravedad, vehículos llamados “Hannebu” (prototipos I y II), y que habrían sido ocultos en una base secreta en la mismísima Antártida en 1944, poco antes de culminar la segunda conflagración mundial. Esta base secreta habría sido llamada Berlín II o sencillamente “La Nueva Berlín”. Supuestamente, Hitler murió en realidad allí. Como para pensar en todo esto, en 1947 la Marina de los EE.UU. lanza la operación militar más grande de aquellos tiempos en la Antártida bajo el comando del Almirante Richard E. Byrd. La operación militar, denominada “High Jump” (Gran Salto) incluyó 13 naves, 1 portaviones, 2 hidroaviones, 6 transportes bimotores y más de 4.000 hombres. La única declaración oficial sobre el propósito de este extraño despliegue de fuerzas era la necesidad de probar “nuevo material bélico bajo condiciones antárticas extremas”. ¿Iban en busca de los últimos bastiones Nazis? Es difícil precisar ante qué nos encontramos. Pero no falta mucho para revelar ese misterio…

Como vimos anteriormente, los mayas habían profetizado que fruto de una mayor actividad de nuestro Sol ―debido a una emanación de energía proveniente del centro galáctico― el campo geomagnético de la Tierra se vería alterado. Ello generará diversos cambios climáticos que terminarían descongelando en cierta medida el Polo Sur. Al ocurrir esto, los hielos de la Antártida revelarían Kayona y el secreto que protege. Pero ello no sucederá antes que la humanidad tome conciencia de su unión con el cosmos.

Aquella piedra de poder, se dice, habría desprendido tres objetos que en ciertos momentos de la historia humana recorren el mundo y captan el aprendizaje humano transmitiéndolo a la “Piedra Madre” que vino de Orión.
Aquella piedra de poder, se dice, habría desprendido tres objetos que en ciertos momentos de la historia humana recorren el mundo y captan el aprendizaje humano transmitiéndolo a la “Piedra Madre” que vino de Orión.
La conexión de la Antártida con el mundo subterráneo es estrecha. No nos olvidemos que el continente antártico estaría formado por dos grandes masas de tierra, la primera de las cuales comprende la Península Antártica y las tierras altas de Ellsworth y la de Byrd, como prolongación de los Andes de América del Sur, separada del resto por un estrecho brazo acuático que uniría el Mar de Wedell con el de Ross. Es decir, los túneles de los Andes podrían haber sido acondicionados para conectar con la Antártida a través de los fondos oceánicos. No es imposible para aquellos superhombres, que desde tiempos antiguos habitan aquel mundo subterráneo que en un futuro se revelaía abiertamente al mundo. ¿El Grial fue trasladado desde la “Ciudad de los Césares” a un templo subterráneo en Kayona gracias a esos túneles? Penosamente, más pistas no tenemos.

No obstante, en nuestra experiencia de contacto extraterrestre sí recibimos algunos detalles sobre Kayona y su relación con una piedra verde brillante que, en algún momento de su antigua historia, estuvo allí, custodiada en un templo. Esa piedra sería uno de los tres fragmentos de la mítica “piedra de chintamani”, un objeto de poder que llegó a nuestro planeta para erguirse sobre la primera y gran stupa de Shambhala en el desierto de Gobi. De acuerdo a viejas leyendas budistas, esa piedra sobrenatural fue traída a nuestro mundo por el caballo blanco Lung Ta, “el mensajero de los dioses que cruza el Universo”, y que procedente de Orión vino a nuestro mundo con una misión.

Aquella piedra de poder, se dice, habría desprendido tres objetos que en ciertos momentos de la historia humana recorren el mundo y captan el aprendizaje humano transmitiéndolo a la “Piedra Madre” que vino de Orión. Incluso, Nicolás Roerich, el pintor y explorador ruso que investigó el Altai, Gobi y los misterios de la piedra, la representó en una de sus esotéricas pinturas describiéndola como un circulo que contenía tres pequeñas esferas en su interior ―los fragmentos que desprendió―. Más allá de la interpretación oficial de la “Bandera de la Paz Roerich”, que habla de la unión de la ciencia, arte y filosofía, esa pintura esconde la real naturaleza de la “Piedra de Chintamani”.

Charlando tiempo atrás en un café de Madrid con Enrique de Vicente, el reconocido investigador y escritor español, director de la Revista Año/Cero, veíamos que manejábamos la misma información sobre esos tres fragmentos que se desprendían del objeto principal. Es posible que alguno de esos objetos haya sido el mismísimo Santo Grial, o la Umiña de los Incas ―una esmeralda con facultades sobrenaturales según la tradición andina―. Nosotros tenemos información que vincula a esa piedra con Kayona y varios lugares del mundo. Tampoco es desconocido que Hitler no sólo perseguía el Grial, sino a su energía, una radiación verde brillante ―que algunos hoy en día denominan Fuerza Vrill― que otorgaba grandes poderes. Teniendo en cuenta la posibilidad de que el Grial, más allá de las interpretaciones esotéricas que lo vinculan con María Magdalena o la Matriz Femenina, haya sido una piedra verde brillante, tal y como reza la obra medieval de Wolfram von Eschenbach, que afirma que “cayó” a la Tierra luego de una “batalla de ángeles” en el Cielo, ¿esto explicaría por qué la Alemania Nazi fue en busca de ese objeto en la Antártida? De lo que no hay duda es que los nazis buscaron el Grial en lugares que hoy en día son vinculados con la misteriosa Hermandad Blanca, desde Montserrat en Barcelona a Capilla del Monte en Argentina, por citar solo dos ejemplos conocidos. Y es que aquellos seres de blanco del mundo intraterrestre serían los guardianes de los objetos sagrados de la historia humana y cósmica.

La Antártida, al igual que el desierto de Gobi que exploró Roerich ―y en donde nosotros tuvimos una extraordinaria experiencia en agosto de 2007― podrían tener la respuesta a estos enigmas. En el caso del extremo sur del mundo, como decía, cuando los hielos abran paso a la sorprendente orografía de Antártida, a sus bosques congelados, y a las ruinas de una ciudad antigua que pondrá en jaque a la arqueología ortodoxa, empezaremos a comprender que viejas leyendas y antiguas tradiciones, escondían una poderosa como inquietante verdad. El tiempo lo dirá, como siempre.

Fuente: legadocosmico.com



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