Paradojas y conclusiones


Lo más difícil de aceptar de todo lo que hemos visto no son las consecuencias observables sino el hecho en sí de la relatividad de los sucesos.

Nos podríamos plantear preguntas como las siguientes: Cuando dos cuerpos están en movimiento uno respecto del otro ¿cuál es el que realmente se mueve?, ¿cuál es el que se encoge?, ¿en cuál de los dos transcurre el tiempo más despacio?. Según la relatividad especial todo depende de en qué cuerpo nos situemos. Para cada uno será el otro el que sufra los efectos del movimiento, lo cual puede resultarnos paradójico.

Una de las más discutidas es la paradoja de los gemelos, pensando en que un gemelo se quede en la Tierra y el otro viaja a otra estrella y vuelve a velocidades cercanas a la de la luz. ¿Cual es el que envejece? ¿puede el viajero pensar que el que viaja es el que se queda en la tierra?

Esta paradoja que Ha llevado a grandes debates desde hace un siglo y aún hoy continúan, se resuelve habitualmente pensando que el que viaja no es un sistema inercial por las aceleraciones y cambios de rumbo que recibe, pero ampliando esto surgen más paradojas que nos llevan a discutir básicamente el concepto de sistema inercial pues ¿es inercial un cuerpo en caída libre? Se puede llegar incluso a la conclusión de que no existe realmente ningún sistema inercial puro, pues la gravedad siempre actúa como aceleración. La confusión es alta.

Esta y otras paradojas hacen que algunas personas aún no acepten la Teoría de la relatividad, pero de todos modos cualquier otra teoría que fuera diferente y que pretendamos que sustituya a la de la relatividad tendría que producir las mismas consecuencias comprobadas que produce ésta y alguna más para poder ser aceptada.

Einstein con su modo de trabajar nos enseñó mucho más que relatividad. Planteaba una hipótesis y a partir de un profundo análisis realizaba predicciones; derivaba consecuencias que podían ser comprobadas. Nos enseñó que las teorías deben poseer capacidad predictiva. Fue el maestro de la física teórica.