Yo visité Ganímedes -Capítulo XIV-


Un mundo sin ejércitos ni policía


De todo lo expuesto hasta acá se desprende, por lógica deducción, que en Ganímedes no puede haber ejércitos ni armadas. ¿Cómo concebir marina en un mundo que no tiene mares? —Ya se explicó en los primeros capítulos que toda el agua de ese astro está repartida en la multitud de lagunas, lagos y reservorios existentes en todos los valles.

Según la extensión de cada uno de estos, es mayor o menor el área acuática.

Muchos de esos lagos o lagunas fueron formados por la acción inteligente de los habitantes, a través de siglos, en su constante expansión por toda la superficie del satélite. Cuando llegaron a é!, como hemos visto, establecieron las primeras bases en el valle que ha sido luego el asiento de su capital, o “Ciudad Madre” como la llaman, y en los valles circunvecinos. El valle “matriz” es uno de los más extensos y hermosos del país.

Rodeado por altísimas montañas cubiertas de nieves perpetuas y de brillantes glaciares, entre los que elevan al cielo, por lo general celeste y limpio, sus blancos penachos de vapor ocho majestuosos volcanes. Refieren las crónicas del reino que en su origen era sólo cinco los volcanes; pero que los tres restantes fueron abiertos y “fabricados” por ellos, exprofesamente, para aliviar la fuerte presión interna sobre la corteza de esa región y para aumentar los coeficientes de fuerzas, energías y materiales que de ellos obtienen.

La planicie en que se extiende la ciudad, bastante grande pues alberga dos millones de habitantes, puede compararse en belleza panorámica a algunos lugares de Suiza o del Tirol. Rodean la zona urbana grandes campos cultivados y frondosos bosques de especies desconocidas en la Tierra, bordeando un lago de cristalinas aguas alimentadas por las vertientes montañosas. En los límites cercanos a la ciudad se aprecian variadas instalaciones, refulgentes como todo en Ganímedes, que rematan una gigantesca represa.

Dijimos que no habiendo mares, no podían existir armadas. Pero en aquel plácido y pintoresco lago, como en todos los de mayor o menor extensión, hay diferentes tipos de embarcaciones: unas grandes, con líneas marcadamente elípticas y cubiertas chatas, convexas y del mismo acabado rutilante como plata bruñida que se observa en todas partes; otras pequeñas, de variadas formas, pero del mismo material que las grandes.

Son naves de paseo, colectivas las primeras y familiares las chicas, para el solaz y esparcimiento de los pobladores que lo deseen. No son empleadas como medio de transporte porque éste, en general es de tipo aéreo, y para evitar que las aguas pudieran ser contaminadas o ensuciadas por tal motivo. En efecto, con las magníficas y poderosas máquinas aéreas que poseen, todo el transporte de personas y materiales viaja por el aire. El transporte terrestre sólo se usa entre las instalaciones subterráneas.

En tales casos la propulsión es de tipo eléctrico, pero los equipos han alcanzado límites verdaderamente maravillosos en cuanto a disminución de espacio-peso-masa y en multiplicación de potencia.

Ahora veamos lo referente a fuerzas armadas y policiales. Sabemos bien que los ejércitos son necesarios para resguardar las fronteras de un país, hacer respetar su soberanía en el orden internacional y, muchas veces, en el interno. Esto se justifica en un mundo dividido en diferentes naciones. Más en una civilización extendida por todo el mundo, dentro de un sólo Estado, ¿para qué serviría un ejército?... Aún puede argüirse que por la seguridad interna de ese Estado. Esto, igualmente, se explica en la Tierra, por nuestro atraso moral y de otros órdenes... pero ¿en una humanidad como la de Ganímedes...— Si hemos comprendido los alcances de todo lo que se ha expuesto, resultaría absurdo, ingenuo, creer que el Reino de Munt pueda necesitar fuerzas armadas ...

No pensemos, sin embargo, que esa raza de superhombres esté inerme. ¡Muy lejos de eso!

Cuentan con medios pasmosos, en su formidable adelanto científico y técnico, para dominar, si lo quisieran, a todos los mundos de nuestro sistema planetario. Hemos dicho que, desde los tiempos más remotos, establecieron bases en el espacio, como la que describimos al comenzar esta obra.

Hemos dicho, también, que esas bases, repartidas estratégicamente en diversos puntos de nuestro sistema solar sirvieron para estudiar y conocer todos los planetas, extraer y utilizar diversos materiales de varios de ellos, vigilar y controlar el desarrollo evolutivo de los mismos, y poder cumplir las misiones cósmicos emanadas del centro gobernante de todo el sistema que hemos dicho que es el Sol.

Esto mantiene estrecha relación con sus actuales visitas a la Tierra, como las que efectuaran en otras épocas, en cumplimiento de Planes Cósmicos a los que nos referimos después, en los próximos capítulos. Pero en cuanto a la calidad y extensión de ese poder, recordemos lo presenciado por nuestro amigo Pepe en su primer viaje a través del “Cinturón de Asteroides” ya narrado... y recordemos, igualmente, el hecho misterioso y conocido por todo nuestro mundo actual, del fantástico y gigantesco apagón que sufriera toda la costa oriental de Norteamérica hace pocos años.

En la memoria de todos, en nuestra Tierra, están frescas, aún, las noticias propaladas a todo el planeta de aquel tremendo e inexplicable fenómeno. Una noche, súbitamente, cesó de golpe la corriente eléctrica a lo largo de toda la costa atlántica, desde el norte de Canadá hasta el sur de los Estados Unidos. Al faltar el fluido se detuvieron, de pronto, en todas partes, cuanto mecanismo y artefacto funcione eléctricamente. Las ciudades quedaron en tinieblas. Se detuvieron los ferrocarriles, los automóviles, paralizaron las usinas, fábricas y talleres.

La gente se quedó encerrada en los ascensores, en los subterráneos detenidos, en las tiendas con mamparas eléctricas... todo ello a través de miles de kilómetros en una extensa faja de territorio que abarcó cientos de ciudades y pueblos, entre ellos la populosa Nueva York. El apagón duró dos horas sin que las numerosas cuadrillas de técnicos e ingenieros, que buscaban la causa por doquier, sin poder hallarla ni explicar lo que pasaba, lograran arreglar el desperfecto. Transcurrido ese lapso, volvió la corriente, en la misma forma súbita y misteriosa como faltara...

Nadie en el mundo pudo explicar este fenómeno; pero el pánico, el desconcierto y la curiosidad de millones de seres perduran todavía. ¿Qué pasó esa noche en las costas orientales de toda la América del Norte?...

Ahora, desde Ganímedes, nos viene la respuesta: fueron dos astronaves de ellos. No las del modelo más grande, sino las del tipo de seis tripulantes, ya descritas. Detenidas en el espacio, a una altura imposible de ser descubiertas, una sobre el Golfo de México y la otra sobre el Atlántico en un punto cercano al cabo Farewell, Groenlandia, establecieron un circuito de ondas que paralizó toda la energía eléctrica de aquel sector... No desearon revelar el secreto de esa fuerza. Pero explicaron que había sido un ensayo y un aviso, con íntima relación a los sucesos mundiales que se avecinan y con la futura misión cósmica en que tendrán que actuar para bien de muchos seres de este mundo..

Tal vez no sea exacto decir que no cuentan con fuerzas armadas, si consideramos la amplitud de los servicios aéreos, la cantidad de gente que en ellos trabaja, la perfecta organización y la férrea disciplina que se nota en todos y cada uno de los elementos que los forman. Y si tenemos en cuenta que las bases en el espacio también están comprendidas dentro de los organismos estatales que dirigen y controlan todos los servicios aéreos, y meditamos un poco acerca del ejemplo de lo sucedido aquella noche en las costas atlánticas de Norteamérica, podemos pensar que todo ello representa una verdadera organización aérea de tipo militar, aún cuando no manifiesten, ostensiblemente, ningún propósito belicista.

Respecto al fenómeno del gigantesco apagón mencionado, muchos creyeron poder atribuirlo a alguna falla que, de alguna manera pudo ser la causa, aunque tal falla jamás se supo que fuera ubicada. Y en tal caso, de haber sido posible tal hipótesis, ¿cómo se explicaría que los automotores, como autos, camiones, ómnibus y motocicletas, ajenos por completo al suministro de corriente urbano, con medios independientes de propulsión, también se vieron paralizados...?

Todo el material de este libro se basa en los informes proporcionados por nuestro amigo, como se explicó desde el comienzo. La mayor parte se debe a las observaciones directas de Pepe. Otras, a la información recibida por él de los mismos habitantes de Ganímedes. Es lógico suponer que haya mucho más que lo captado hasta ahora. Que posean secretos y detalles o aspectos muy íntimos de su civilización que no le revelaran, todavía; al menos hasta que haya llegado a compenetrarse profundamente con ellos.

Esto se desprende claramente, de ciertas facetas de su narración: en el desarrollo informativo de varios temas, Pepe me declaró que le habían dicho “Con el tiempo comprenderás y conocerás nuevas cosas...”

Ahora, antes de terminar este capítulo, veamos también cómo no es necesaria lo que entre nosotros conocemos por “policía”. El alto nivel moral alcanzado, y las especiales condiciones de vida en un mundo en que la cuarta dimensión está presente para todos, según lo hemos explicado, resulta superflua una institución policíaca. Si no puede haber delincuentes porque la superación moral y psíquica, unidas al sexto sentido, lo impiden, ¿qué justificación tendría el organizar y mantener un sistema policial, incluso el establecimiento de cárceles?...

En este campo de acción, todo individuo es su propio guardián, y el conocer y actuar simultáneamente en el mundo físico y en la cuarta dimensión, le está manifestando, en todos los instantes de su vida física, la presencia de aquellas entidades superiores, suprafísicas encargadas de vigilar y dirigir la evolución de todo su mundo. Al no poderse ocultar nada, ni el más pequeño pensamiento ¿qué le sucedería a un individuo en el supuesto, e imposible, caso de dejarse arrastrar por una mala tentación? Todos cuantos le rodearan, la sociedad entera de ese mundo, conocerían, de inmediato, su intención y le impedirían realizarla...

Lo que existe allá, para el mejor desenvolvimiento de la vida en las ciudades, en los campos y en todas las organizaciones a través de las que se desarrolla la producción y los diferentes servicios, es un sistema colectivo de asistencia social para la previsión y auxilio de emergencias. En él tornan parte, sin excepción, todos los habitantes del reino, que se movilizan automáticamente en el lugar y en la proporción en que fueran necesarios. Este mismo servicio atiende, en cierta forma, cuanto se relaciona con la higiene, limpieza y eliminación de desperdicios.

Estos dos últimos aspectos son ejecutados por medios mecánicos enteramente automáticos, accionados por control remoto y en ciertos aspectos, por mecanismos electrónicos de autocontrol, algo así como robots, de una eficiencia asombrosa. Además la alta cultura y la esmerada pulcritud de los habitantes, hace que en todo lugar, hasta los más apartados rincones del reino, se mantenga la limpieza y la higiene general en niveles que superan hasta a las salas de cirugía de nuestros más modernos hospitales. El mismo servicio comunal de asistencia que acabamos de mencionar controla, también, este aspecto de la vida en Ganímedes.

Y para terminar este capítulo debemos decir que allá tampoco se conoce periódicos, revistas o publicaciones como lo que tenemos en la Tierra. En todos los confines del satélite funciona una gigantesca red de comunicaciones por ondas electromagnéticas y lumínico-sonoras que llega a todos los hogares, centros de trabajo, dependencias administrativas y oficiales, centros de cultura salud, y esparcimiento, sin que falte en ninguna parte, que capta, transmite y reproduce cuanto sucede en los más apartados sitios del reino.

Así, inmediatamente, conoce toda la población cualquier noticia; nada escapa al ojo y al oído múltiple de aquel sistema-servicio, gratuito como todos los demás.