Jesús, resucitado, come pan y pescado


Jesús, curado de sus heridas y abandonado el sepulcro, se pone en marcha para huir de sus enemigos, comenzando así una nueva etapa de su vida humana. La misma Biblia nos demostrará cómo la imagen de Jesús vista después de su salida del sepulcro, es la imagen de un cuerpo humano físico, y no la imagen de un ente divino o espiritual.

Salido del sepulcro, Jesús se encuentra primero con María Magdalena y su compañera, que abrazan sus pies —señal de que era un cuerpo físico—, y a las que Jesús encarga que comuniquen a sus discípulos que se trasladen a Galilea donde se reunirán con él.

Luego Jesús será visto por Jaime y por Pablo, como lo leemos en la primera epístola de este último a los corintios (15, 7-8).

Jesús se encuentra esporádicamente con sus amigos, no osando dejarse ver abiertamente en público, por temor a que le reconozcan y prendan los judíos. Si leemos atentamente el Evangelio de Mateo veremos claramente expresado este temor (28, 8): "Se fueron inmediatamente del sepulcro (se refiere a María y su compañera) con gran temor y gran alegría, y corrieron a anunciarlo a los discípulos". Es evidente que las dos mujeres dentro de la alegría de saber que Jesús estaba vivo, albergaban un gran temor de que fuera descubierto. El mismo Jesús se da cuenta de ello e intenta apaciguarlas (10): "Entonces Jesús les dijo: No tengáis miedo; id y decid a mis hermanos que se vayan a Galilea y allá me verán". Luego, Jesús emprende una caminata a pie de unos 100 kilómetros para llegar a Galilea y despistar así a sus posibles perseguidores.

Pero veamos más pruebas de que Jesús seguía en su cuerpo humano terrestre, y que no se había espiritualizado. Leemos así en el Evangelio de Lucas, cuando Jesús se aparece a los apóstoles (24, 37-39): "Despavoridos y llenos de temor, pensaron que veían a un espíritu, y él les dijo:¿Por qué os asustáis y por qué os vienen al corazón estos pensamientos? Miradme las manos y los pies que soy yo mismo; palpadme y mirad, que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo".

Dos versículos más adelante Jesús de repente muestra tener hambre. Algo absolutamente inconcebible en un ente divino o en un ente espiritual. Así lo leemos (41-43): "Entonces les dijo: ¿Tenéis aquí algo para comer? Ellos le dieron un trozo de pescado a la brasa; lo tomó y se lo comió delante de ellos".

Vayamos al Evangelio de Juan. Leemos ahí (20,27) cómo Tomás palpa las heridas de Jesús. Demuestra así que lo que se les apareció era un cuerpo tangible de carne y huesos: "Después le dijo a Tomás: Acerca el dedo aquí y mira mis manos, y acerca, y acerca la mano y ponla en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente".

Lo que queda claro es que Jesús tenía que desaparecer de Palestina. Tomó, como hemos visto, los últimos contactos con sus discípulos, contactos esporádicos para no ser descubierto, y emprendió la marcha hacia el Este. Era, al fin y al cabo, un hombre perseguido. Para no ser descubierto, incluso se disfraza durante los últimos días de su estancia en Palestina, como lo demuestra el texto del Evangelio de Marco (16,12): "Después de esto se apareció en una figura distinta a dos de ellos que caminaban e iban hacia el campo"

Pero, aparte de que ahora se veía forzado a huír, Jesús tenía de todos modos que acabar de cumplir la misión para la que fue enviado. De haber muerto efectivamente en la cruz, Jesús habría fracasado en el cometido que le fue asignado. Quiero decir que Jesús no debía morir sin haber antes buscado y salvado a las tribus perdidas de Israel.

© Andreas FABER-KAISER
fuente: Web AFK