El principio de una misión


Todo comenzó cuando cayeron en mis manos, mediado el año 1.975, unos artículos publicados en cierta revista por un tal J.J. Benítez, en los cuales, y con el título de "NO ESTAMOS SOLOS", se contaban ciertas experiencias que los miembros de una organización llamada IPRI, dedicada al estudio de todo lo relacionado con la exobiología, habían tenido en los desiertos de Chilca, en Perú, con seres extraterrestres, procedentes de Apu, Ganímedes y otros lugares de la galaxia.

Las noticias brindadas por el IPRI no podían ser más interesantes: seres llenos de bondad ofrecían al planeta la posibilidad de salvarse. Su misión era desinteresada y generosa. Cualquiera, con profunda fe, podía comunicarse telepáticamente con ellos e incluso tomar contacto físico con sus naves, sus tripulantes y sus planetas.

Según las respuestas dadas por estos extraterrestres a los contactados de Perú, ellos habían venido ahora a nuestro mundo porque una gran catástrofe destruiría muy pronto a la civilización que hoy cubre la Tierra. Ellos lo sabían y estaban allí para llevar a cabo la "Misión Rama".

Los "guías" extraterrestres habían especificado que el hombre iba directo hacia su propia autodestrucción. Y la "Misión Rama", programada y planificada por la Confederación de Mundos de la Galaxia desde hacía 100 años, tenía por objetivo evitar que las sagradas raíces de nuestra Humanidad desaparecieran para siempre. Éste era, en definitiva, el motivo por el que habían decidido ponerse en contacto con numerosos grupos de hombres y mujeres que ya se extendían por el mundo.

Nada se había dejado al azar. El hecho de que los extraterrestres se pusieran en contacto con esa gente determinada obedecía a un único fin: tratar de sacar de la Tierra un número determinado de personas. Sólo así se podría salvar a la especie humana. Era una especie de misión de rescate.

Según sus explicaciones, ese era el momento indicado para que la "Misión Rama" iniciara su fase de desarrollo y ejecución. En primer lugar, mentalizando y dando a conocer al mundo entero el hecho evidente de la presencia de los extraterrestres, haciendo comprender a sus habitantes que los Ovnis no eran ya los "objetos volantes no identificados", sino naves siderales tripuladas por seres de otros planetas y astros. Ese punto era verdaderamente importante: era preciso que todas las gentes supieran de la existencia de Seres del Espacio, de sus naves y de su misión en la Tierra.

Ya era un hecho que miles de familias enteras salían cada año de nuestro mundo hacia otros astros de la galaxia o de nuestro propio Sistema solar. Desde hacía años, millares de personas, siempre voluntariamente, abandonaban la Tierra sin dejar rastro, siendo ubicados en mundos como Ganímedes, Apu, Atlas, Calisto, etc... Allí eran preparados y enseñados en el mundo del espíritu y de la materia, a fin de lograr una superación que los convirtiera en "semilla" de una raza humana nueva, distinta, superior, más generosa y sabia. Y cuando la Tierra, a la que Ellos llamaban "El planeta de la repetición", volviera a ser habitable, esas personas o sus descendientes, regresarían e iniciarían una nueva era, libres ya de las constantes amenazas de autodestrucción.

Habían advertido, que la catástrofe que amenazaba a la Tierra estaba ya tan cerca, que no quedaba ni siquiera tiempo de volver la cabeza. Por eso Ellos tenían prisa y querían que el mundo entero se mentalizara. Que todos los hombres se dieran cuenta del gran error en que se movía nuestra civilización. Aunque, según los mismos Guías extraterrestres, ya resultaba poco menos que imposible... Para evitar el cataclismo, el hombre debería cambiar su sentido de la moral. Debería amar a sus semejantes, más, incluso, que a sí mismo. Debería ser más humilde y olvidar sus egoísmos. Debería AMAR, sencillamente...


Los primeros intentos de contacto

La noche del día 2 de julio de 1.975, preso de una gran excitación, esperaba impaciente que transcurrieran las horas que faltaban para el comienzo de la madrugada, momento éste en que yo esperaba hallar el máximo silencio posible en una ciudad como Barcelona, cargada de innumerables y molestos decibelios. Sabía que no poseía técnica ninguna en cuanto a telepatía, pero esperaba concentrarme lo suficiente como para conseguir algo. Si se podía lograr mediante una profunda fe, de eso yo creía estar sobrado. Pediría una prueba física de confirmación; por ejemplo, que subieran mi brazo derecho sin yo hacer nada por elevarlo.

Llegado el momento que creí propicio, me tendí en la cama, relajé mi cuerpo y pensé en un mundo mejor, en la certeza de que Ellos podían escucharme.

De pronto, estupefacto y emocionado, noté que un raro fluido recorría mi brazo derecho y que una fuerza desconocida, poco a poco, con gran lentitud lo elevaba. Yo sabía que mi voluntad no intervenía para nada. Cuando estuvo vertical, comenzó a bajar con la misma lentitud. Entonces, pedí que ocurriera lo mismo con el izquierdo y el mismo movimiento de subida y bajada se volvió a realizar. Pero, cuando no me lo esperaba, los dos brazos a la vez hicieron la misma operación. Ya no había duda: algo especial me estaba sucediendo.


El fallo de la escritura automática

Tras las experiencias de levitación de mis miembros superiores, me concedí unos días de reflexión antes de iniciar la comunicación escrita, de acuerdo a la "técnica" difundida por los del IPRI. Quería estar seguro de que todo no era producto de un estado excitado o de sugestión subconsciente. Así que, inicié la primera sesión de escritura automática la noche del 7 de julio.

Cogí bolígrafo y papel y según las instrucciones de los peruanos, comencé. Sentí un fluir nervioso por mi brazo derecho relajado y éste se fue moviendo hasta que el bolígrafo estuvo en posición de escribir. Entonces comenzó a moverse de forma incontrolada, quedando inscritos una serie de trazos indescifrables. Después de dos intentos más, seguí escribiendo rasgos ininteligibles, aunque de parecidas características que los anteriores. Eran como superposiciones de dos grandes iniciales: la A y la S, al parecer. Lo dejé.

Durante los días 8, 9 y 10 lo seguí intentando, sin avanzar casi nada, pues las psicografías seguían siendo una madeja de rayas rectas y curvas. El día 11 empezaron a perfilarse algunas grandes y toscas letras, entre ellas una A y una M. Pero, fue días más tarde cuando me ocurrió algo curioso: releyendo los pormenores de la Misión Rama, fijé mi atención en una palabra que lo seres del espacio exponían como lo necesario para la posible salvación de la Tierra. Era AMAR. El redactor la había escrito con mayúsculas, y entonces sentí un impulso repentino que me hizo correr a mirar de nuevo los grabados embarullados de mi escritura automática y entonces me di cuenta de las figuras que yo había asociado con un corazón y un cerebro humanos y las grandes letras A y M y otras dos difusas a continuación. Tuve la extraña certeza de que allí estaba transcrita la palabra AMOR. Sentido y pensado. Era el mensaje.

Comprendí que eso era lo que me querían decir y comencé a tener la sensación de que me iba a ser difícil la comunicación a nivel de escritura, pues yo era muy imaginativo y no iba a saber diferenciar cuándo los mensajes eran de Ellos y cuándo mentalismos míos. Así que, creí conveniente hacer una pausa, tranquilizarme y seguir más adelante, cuando tuviera el convencimiento, que ahora no tenía, de poder conseguirlo. Entonces continuaría donde me había quedado.

En cuanto a pruebas físicas, pedí pasar el "xendra", o sea el paso interdimensional. Lo pedí insistentemente y de pronto, una fuerza más que notable juntó mis piernas y mis brazos, apretándolos con tal intensidad que pareció como si parte de mi cuerpo quisiera abandonarme. Entonces oí varios sonidos musicales, de diferente tono, de timbre breve y puro, que repiquetearon en el interior de mi cerebro. Parecían producidos por un diapasón y los estuve oyendo mientras resistí la opresión; pero, llegó un momento en que no pude más y entonces lo dejé. No los volví a escuchar.


La prueba definitiva

En experiencias posteriores empecé a notar frecuentes oleadas de un olor penetrante e intenso, que asociaba con algunas plantas aromáticas, a la vez que tenía la profunda sensación de que "alguien" estaba cerca de mi... Notaba sucesivos escalofríos.

Más adelante, comencé a sentir un deslizamiento o roce suave resbalar por mi mejilla, una presión cálida en la parte izquierda de mi frente y también el oído del mismo lado. Una noche, me desperté sobresaltado y con la fugaz impresión al abrir los ojos, de que había en el techo de la habitación un ser luminoso proyectado.

La noche del 12 de septiembre, sentí la cálida opresión en la sien izquierda, que se corrió al oído del mismo lado, en el que aumentó, y percibí en su interior unos sonidos de difícil definición, sujetos a determinado ritmo, que se prolongaron durante unos cuantos minutos.

En los dos meses siguientes, el deslizar suave se había hecho ya permanente en todas las meditaciones y a mediados de noviembre ya recorría todo mi rostro, se introducía en mis oídos y, a veces, lo sentía por todo el cuerpo. De vez en cuando sentía algunos zumbidos en los oídos, así como la opresión de la energía y el olor perfumado y aromático.

En este tiempo transcurrido, había recibido una carta de Rubén Herrera, un peruano al que no vi personalmente, como tampoco llegué a ver a José Luis Barturen, de Bilbao, que también me escribió. Éste fue el que me dijo que las direcciones de los catalanes interesados en Rama se las había mandado a Marcos Amadio Cambres, cuyo domicilio me facilitó. Este chico tenía 16 años y poca libertad de movimientos, por lo cual debía pedirle me proporcionara la lista. Añadía que le preguntara lo que quisiera y que tratarían de contestarme con todo lo que supieran. Mantuve correspondencia con él durante un tiempo.

Por fin, el día 29 de noviembre, tuve la confirmación definitiva de mi comunicación con seres de otros mundos, con los Guías Extraterrestres de la "Misión Rama". En la concentración mental de esa noche, inexplicablemente me dormí. Eso lo sé, porque terminada la extraordinaria experiencia, comprobé que eran las tres de la madrugada y yo había iniciado la concentración habitual sobre las doce más o menos. De pronto, me encontré extrañamente despierto y lúcido, sin sobresalto alguno. Y me di cuenta de que mi oído estaba lleno de energía y unas ¡PALABRAS! Estaban sonando en su interior. Palabras con una sonoridad arrastrada, casi metálica, con una rara resonancia, pero, sin duda alguna, de tonalidad humana, pues percibía perfectamente su vocalización. Estuvieron un buen rato hablándome de Rama, de la Misión...

En ese tiempo, me convencí de que no estaba soñando, de que estaba despierto y consciente, escuchando el sonido de la respiración de mi hijo pequeño Carlos, en su cuna, y la de María, mi esposa, a mi lado.

Poco a poco, la voz se fue debilitando, a la vez que aumentaba mi emoción. También la energía de mi oído se fue apagando gradualmente y el deslizar suave salió del izquierdo, atravesó mi rostro y fue a introducirse en el derecho donde permaneció rellenándolo un rato, hasta que al final desapareció...

También desapareció mi sueño para el resto de la noche. Durante horas estuve haciéndome preguntas y reflexiones, reafirmándome en la idea de que todo había sido real. Llegue a la conclusión de que los deslizamientos suaves durante tantos días y la energía sentida en mis oídos, había sido una preparación que Ellos me habían efectuado para poder recibir luego, sin problemas, la comunicación de su voz. Más adelante supe, por sus mensajes telepáticos a través de mi esposa, que sí ha podido ser antena, que esto lo habían hecho para que supiera que existían y estaban conmigo, ya que no me había sido posible comunicar con Ellos por la psicografía. El 9 de diciembre sucedió algo especial. Estando ya metido en la cama, percibí unos relampagueos en la pared frente a mi. Entonces sentí un extraño calor que comenzó a subirme desde los pies. Notaba como ascendía por mis piernas, muslos, vientre, pecho, cuello... Al llegar a la nariz, sentí como si penetrara por ella y me inundara el cerebro. Noté una sensación rara e indefinida y luego el calor fue disminuyendo hasta que desapareció. No así el penetrar de un raro perfume por mi nariz.


El grupo Rahma Barcelona

Fue el día 18 de diciembre, por la noche, cuando conocí a Antonio Murcia y a su hermano Fulgencio. Estaba enfrascado con las cuartetas de Nostradamus, a cuyo estudio me dedicaba, cuando llamaron a la puerta de mi piso en la ciudad condal. Vivían en Castelldefels y habían recibido una carta mía enviada días antes, a la vez que otras a las direcciones que me había facilitado Barturen. Antonio me dijo que era panadero y pastelero y que él, su hermano y su esposa Rosa, en unión de otros familiares y amigos, hacían experiencias desde que habían leído lo del IPRI en el periódico Lecturas.

Así fue como comenzó el funcionamiento del grupo Rama de Barcelona, al que fueron integrándose Federico, Mercedes, Marcos Amadio, Juan Martínez, Carlota y Benita, Miguel Ángel, mi hermano Pedro y mi cuñada Pepita, hasta un total próximo a las dos docenas de personas, que empezamos a reunirnos todos los domingos en un monte de pinos cercano a Gavá. Allí tuvimos una serie de experiencias, trabajos y avistamientos de señales hechas por naves extraterrestres, mientras nuestro trabajo de amor y evolución se desarrollaba bajo la tutela de Meltox y otros Guías extraterrestres.

Fuente: personal.telefonica.terra.es