El fin de las armas nucleares (4)


por Joseph Cirincione
"Política Exterior" nº125, Septiembre/Octubre 2008 (revistasculturales.com)


En EE UU, John McCain, como candidato republicano a la presidencia, hizo un llamamiento para que su país "trabajara para reducir los arsenales nucleares en todo el mundo, empezando por el nuestro". El candidato demócrata, Barack Obama, declaró que "EE UU aspira a un mundo en el que no haya armas nucleares".

Obama propuso un plan más completo, basado en parte en el trabajo que ha llevado a cabo con el senador republicano por Indiana, Richard Lugar, y las leyes que introdujo junto con el senador republicano por Nebraska, Chuck Hagel, (resolución del Senado 1977). Según este plan, EE UU aseguraría todo el material nuclear en los 50 países que lo tienen y negociaría fuertes reducciones en los arsenales estadounidenses y rusos. También defiende la eliminación de todo el material nuclear en esos 50 países durante su primer mandato como presidente, así como la negociación de una prohibición mundial verificable de la producción de material fisible. EE UU crearía un banco internacional de combustible nuclear, aumentaría la financiación para las inspecciones y las garantías del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) e intentaría conseguir una prohibición mundial de los misiles de alcance intermedio. Finalmente, la legislación hace un llamamiento para poner las armas en alertas "impulsivas" que permitirían su lanzamiento en el transcurso de 15 minutos.


Próximos pasos


Para aprovechar este momento, los nuevos líderes mundiales podrían convertir en prioridad los primeros cuatro pasos para la reducción y la eliminación de las armas nucleares:
  1. Asegurar el material y las armas nucleares sin control. La clave para poseer armas nucleares es el material fisible. Un grupo terrorista podría tener la mejor ayuda técnica del mundo, pero sin plutonio ni uranio altamente enriquecido no podrá obtener un arma nuclear. Una vez que se adquiere el material, es sólo cuestión de tiempo que un grupo terrorista encuentre a científicos dispuestos a ayudarles a construir el arma y entregársela.

    Obtener material fisible no es tarea fácil, pero hay problemas de seguridad en los Estados de la antigua URSS, en Pakistán y en muchas otras naciones con una seguridad laxa en docenas de emplazamientos nucleares civiles. De hecho, hay más de 40 países con reservas de material nuclear que podrían ser objetivos principales de amenazas. Los programas de cooperación para reducir este riesgo han sido eficaces a la hora de localizar y proteger dicho material, pero hay que ampliar el programa de forma inmediata. Todas las naciones tienen que participar en la aceleración del proceso para garantizar que los grupos y los Estados rebeldes no lleguen antes a este material esencial. Con el apoyo adecuado por parte de los líderes mundiales, esto se podría llevar a cabo en cuatro años.

    Además de asegurar y eliminar el material, el mundo debe unirse en un esfuerzo intenso para erradicar el tráfico nuclear. La red del científico pakistaní Abdul Qadeer Khan sigue diseminando secretos y reservas nucleares. En 2003 se descubrió que Khan, el "padre" de la bomba pakistaní, traficaba con secretos nucleares y, a pesar de la indignación internacional, fue indultado y quedó bajo arresto domiciliario en su país. El gobierno pakistaní archivó el caso, pero en 2006 un consorcio de servicios secretos europeos informó que la red de Khan seguía traficando con sus mortíferos depósitos en el mercado negro nuclear. Dichas transferencias deberían implicar sanciones inmediatas, pero las leyes vigentes siguen sin castigar estas transgresiones.

    Ya hay un marco para limitar el contrabando nuclear. La resolución 1540 del Consejo de Seguridad de la ONU alienta los esfuerzos internacionales para obstaculizar el comercio y el transporte de material y tecnología nuclear. Debido a los costes y a las dudas sobre su eficacia, muchas naciones aún no han aplicado dicha resolución. Los países desarrollados deben dar ejemplo y proporcionar fondos para aquellos que necesitan ayuda a la hora de ejecutar las medidas de seguridad enumeradas en líneas generales en la resolución.

    Los Estados deberían trabajar con el OIEA para incrementar el presupuesto de la organización destinado a las inspecciones y para alcanzar un acuerdo respecto a un método que proporcione material fisible para la obtención de energía nuclear. Los Estados que firmen el protocolo adicional podrían comprar combustible para los reactores a un precio razonable en una central de combustible nuclear controlada a escala internacional. Esto reduciría drásticamente la cantidad de material fisible en peligro.

  2. Una nueva actitud frente a las armas nucleares. Todas las naciones que en la actualidad posean armas nucleares deberían participar en una revisión de su posición. EE UU llevó a cabo una revisión de este tipo al final de la guerra fría para decidir el nuevo propósito del ingente arsenal nuclear del país. Aunque modificó algunas prioridades, la revisión de 1994 no tuvo ningún cambio significativo en la política. Se realizó otra revisión en 2002 y, una vez más, no consiguió superar las políticas de la guerra fría. El próximo presidente de EE UU tendrá que revisar de nuevo las políticas estratégicas nucleares y, esta vez, el objetivo principal no debería ser disuadir a Rusia, sino impedir que otros actores obtengan armas nucleares y mitigar la posibilidad de que cualquier Estado con armas nucleares en la actualidad las use.

    Los Estados que poseen armas nucleares deberían hacer lo mismo y elaborar y revelar a la opinión pública los principios generales de su política sobre armas nucleares. Deberían declarar sus inventarios y organizar inspecciones internacionales para fomentar la seguridad y la confianza. Todos los Estados deberían organizarse en torno al principio que acordaron en el TNP: la eliminación total de las armas nucleares.

  3. Ratificar el CTBT. El TNP tendrá que revisarse en 2010 y debe reforzarse con unos métodos de verificación y de sanción más duros. Pero el debate en la conferencia de revisión será encarnizado. Antes de que las naciones sin armas nucleares estén dispuestas a asumir las cargas adicionales de los controles de la exportación y los mecanismos de aplicación, exigirán que los Estados con armas nucleares cumplan sus compromisos anteriores.

    Ésta es la razón por la que debería comenzar inmediatamente un plan para ratificar el CTBT. Washington firmó dicho tratado hace 10 años, pero el Senado estadounidense no lo ratificó en 1999. La mayoría de las naciones han firmado y ratificado el CTBT, pero hay países que no lo han hecho, como China, Egipto, Irán, Indonesia, Israel, India, Pakistán o Corea del Norte. La ratificación estadounidense es la clave para salir de este atolladero. China, por ejemplo, ha insinuado que se sumaría al tratado tras un voto afirmativo por parte de EE UU.

  4. Reducir los arsenales. El último paso -y el más lógico- es eliminar sencillamente todas las armas que existen. Cuantas menos armas, material y componentes fisibles existan, menos probable será que los terroristas adquieran el arma que podría acabar con millones de vidas.

    El punto de partida son los arsenales más importantes: Rusia y EE UU. Ambos países podrían reducir el número de armas hasta quedarse con unos pocos cientos de ellas sin perder un ápice de su seguridad nacional. Ambos podrían llegar a un acuerdo inmediato para ampliar las disposiciones de verificación del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (que está previsto que expire en 2009) y para comenzar a elaborar nuevos planes que podrían seguir reduciendo a un ritmo constante el número de armas y desembocar con el tiempo en su eliminación.

    También hay que mejorar la forma de administrar y llevar la cuenta de las armas nucleares. A lo largo de 2007 se percibieron dos fallos en la seguridad nuclear estadounidense. Seis cabezas nucleares fueron transportadas en avión desde Dakota del Norte a Luisiana sin que durante 36 horas se tuviera constancia que faltaban de su emplazamiento original. Asimismo, la fuerza aérea de EE UU envió accidentalmente componentes de armas nucleares a Taiwan. Si estos fallos están teniendo lugar en el Estado con los mecanismos de orden y control más estrictos, ¿qué podría estar sucediendo en países como Rusia, Pakistán e India? Reducir y consolidar las armas nucleares mejorará su seguridad.

    Por último, si los Estados que poseen armas nucleares reducen y eliminan su arsenal, debilitarán los argumentos de cualquier otra nación que pretenda adquirir su propia capacidad nuclear. Con una nueva política estadounidense y un nuevo movimiento internacional a favor de la eliminación nuclear, se intensificará la presión sobre aquellos pocos Estados que intenten conseguir seguridad o prestigio a través de nuevos programas de armamento.

Juntas, estas tendencias abren una etapa política única, pero no seguirá abierta mucho tiempo. Otros acontecimientos e intereses competirán por la atención de los líderes mundiales. Si no se aprovecha el momento, éste pasará. Los líderes mundiales tienen que saber que la eliminación verificable de las armas nucleares será difícil y costosa y que durará muchos años. Habrá obstáculos a cada paso, entre los que estará un coro previsible de cínicos que predigan su fracaso. Pero ellos también deberían saber que, a corto plazo, cualquier avance que se dé hacia la eliminación puede reducir drásticamente muchos de los peligros nucleares. Cada paso hace que el mundo esté más seguro. A la larga, estos pasos pueden proporcionar la luz que nos ayude a salir del oscuro y largo túnel nuclear.

Joseph Cirincione es presidente de Ploughshares Fund, fundación especializada en seguridad, política sobre armas nucleares y resolución de conflictos. Su último libro es Bomb scare: the history and future of nuclear weapons. Nueva York: Columbia University Press, 2007.