Levitación


Se denomina levitación a la acción de la suspensión en el aire de un cuerpo u objeto, sin mediar de otro objeto fisico que sustente al que levita o "flota".

La posibilidad de vencer la fuerza de gravedad puede ser el resultado de un largo adiestramiento, o puede presentarse espontáneamente, asombrando tanto al que levita como a quienes le observan. Muchos pueblos antiguos conocieron el arte de la levitación. Pero también en la actualidad, algunas personas afirman que pueden lograr la ingravidez a voluntad.


Daniel Dunglas Home

Tres destacados miembros de la sociedad londinense del siglo pasado fueron testigos, el 16 de diciembre de 1868, de un incidente tan extraordinario que aún sigue provocando controversias.

El vizconde Adare, el señor Lindsay y el capitán Wynne contemplaron cómo el famoso médium Daniel Dunglas Home se elevaba en el aire, salía flotando por una ventana de la casa -se encontraban en Londres- y entraba también flotando, por otra, a unos 24 m de altura, según dijeron los testigos. D.D. Home se hizo famoso sobre todo por sus levitaciones, arte que ejercía sobre sí mismo y sobre otros objetos -en una ocasión, un piano de cola-; pero no fue el único que gozó de la «imposible» capacidad de desafiar la ley de gravedad. San José de Cupertino (1603-63) levitaba con frecuencia y ante testigos. Era un simple campesino originario de Apulia, Italia, y pasó su juventud tratando de llegar al éxtasis religioso por medios como la autoflagelación, el ayuno y los cilicios. A los 22 años se hizo franciscano y entonces su fervor religios literalmente, «desapareció».


San José de Cupertino

San José de Cupertino fue canonizado gracias al extraño don que le permitía flotar en el aire.

José resultaba molesto para sus superiores. Durante 35 años fue excluido de todas las ceremonias públicas a causa de su desconcertante costumbre, pero a pesar de todo, los relatos de sus levitaciones se propagaban. En una ocasión, mientras paseaba con un fraile benedictino por los jardines del monasterio, se elevó volando hacia un olivo. Un domingo, durante la misa, se elevó en el aire y voló hacia el altar, en medio de los cirios.

Un médico, dos cardenales por lo menos y un Papa (Urbano VIII), entre otros muchos, fueron testigos de las momentáneas ingravideces de José; él las llamaba «mis mareos». Pasó toda su vida en oración, y la lglesia decidió que las levitaciones debían de ser obra de Dios.


Santa Teresa de Ávila

Otra santa que levitaba fue Santa Teresa de Ávila, que murió en 1582. Esta notable mística y escritora española experimentaba las mismas sensaciones que tienen muchas personas cuando sueñan que vuelan. Ella misma describió sus levitaciones en el Libro de su vida:

«Es así que me parecía, cuando quería resistir, que desde debajo de los pies me levantaban fuerzas tan grandes, que no sé como compararlo... Y aún yo confieso que gran temor me hizo, al principio, grandísimo; porque verse así levantar un cuerpo de la tierra, que aunque el espíritu le lleva tras sí y es con suavidad grande, si no sé resiste, no se pierde el sentido; al menos, yo estaba en de manera en mí, que podía entender era llevada.»

Tan frecuentes eran sus levitaciones que rogaba a las hermanas que la sujetaran cuando sentía que se acercaba «un ataque».

La mayor parte de quienes levitan creen en un sistema religioso particular, sea el cristianismo, el misticismo hindú, los antiguos misterios egipcios o el espiritismo. D.D. Home pertenecía a esta última categoría.


D.D. Home

Nacido en Escocia y criado en Estados Unidos, Home fue un niño débil y de temperamento artístico. A los 13 años tuvo una visión de un amigo, Edwin. Home anunció a la familia de su tía que eso significaba que Edwin había muerto tres días antes. Era cierto. La carrera de Home como médium había comenzado, pero hasta los 19 años no desafió la ley de gravedad.

Ward Cheney, próspero fabricante de soda organizó una sesión en su casa de Connecticut. en agosto de 1852. D.D. Home estaba presente para provocar las manifestaciones «espiritistas» habituales: pero sucedió algo imprevisto que le hizo famoso de un día para el otro. Flotó por el aire hasta que su cabeza tocó el cielorraso. Entre los invitados se encontraba un escéptico periodista, F. L. Burr, director del Hartford Times, quien escribió lo siguiente acerca del insólito suceso: «De pronto, sin que nadie lo esperase, Home se elevó en el aire. Yo le cogía la mano en ese momento y le miré los pies: estaban a 30 cm del suelo. Dos veces se elevó del suelo, y la tercera vez fue aupado hasta el cielorraso de la habitación, con el que sus manos y sus pies entraron en suave contacto.»

La carrera de Home progresó rápidamente. Fuese donde fuese, se producían fenómenos extraños: soplaban vientos en habitaciones cerradas, flores recién cortadas caían del techo, las puertas se abrían y se cerraban, globos de fuego zigzagueaban por la habitación... y Home levitaba.

La famosa ocasión ya mencionada en la que salió flotando por una ventana y entró por otra se discute aún con color, sobre todo porque el incidente fue atestiguado por personas muy respetables. Uno de ellos, el señor de Lindsay (después conde de Crawford), escribió:

«Estábamos en una sesión con el señor Home, lord Adore y un primo de éste (el capitán Wynne). Durante la sesión el señor Home entró en trance y, en ese estado, fue transportado fuera de la ventana de la habitación contigua a la que estábamos y volvió a entrar por nuestra ventana. La distancia entre las ventanas era de unos 2,30 m, y entre ambas no se tendía el menor apoyo. En cada ventana había un alféizar de sólo 30 cm de anchura, quo se empleaba para poner macetas de flores. Oímos cómo se abría la ventana de la habitación contigua y casi inmediatamente después vimos a Home flotando en el aire en el exterior de nuestra ventana. La luna iluminaba bien la habitación; yo estaba de espaldas a la luz y vi la sombra del alféizar y los pies de Home a unos 15 cm de altura por encima de éste. Se quedó en esa posición unos segundos, después abrió la ventana, de deslizó en la habitación con los pies por delante y se sentó.»

Los escépticos como Frank Podmore o, más recientemente, John Sladek, han tratado de refutar esta levitación. Sladek intentó desacreditar a los presentes comparando los detalles de sus relatos, como la altura de los balcones con respecto a la calle o, de hecho, la existencia o no de balcones.

Podmore, en cambio, da muestras de un escepticismo más sutil. Menciona el hecho de que, pocos días antes de la levitación, y en presencia de los mismos testigos, Home había abierto la ventana y se había encaramado en el alféizar. Podmore observa secamente que «el médium, al actuar así, proporcionó una especie de boceto de la imagen que se proponía crear». En otra ocasión Home anunció súbitamente «Me elevo, me elevo» antes de levitar en presencia de varios testigos.

Podmore insinuaba que las levitaciones de Home no eran más que alucinaciones provocadas por sugestión hipnótica, del mismo modo que se dice que el truco hindú de la soga que se eleva al son de la flauta o con una simple mirada no es más que una alucinación masiva, provocada por la mirada o la charla del mago.

Pero pese a la hostilidad generalizada, Home siguió realizando con éxito sus levitaciones durante 40 años. Entre sus testigos figuraron Napoleón III, John Ruskin y muchos cientos de personas más, cuyo testimonio, en general, no fue tan incongruente como el de Adare, Wynne y Lindsay. Además, la mayor parte de sus exhibiciones se realizaron a la luz del día, y nunca se demostró que fuera un impostor. Pese a las acusaciones de Podmore, Home nunca se esforzó mucho por crear una atmósfera llena de sugerencias. De hecho, fue uno de los pocos médiums que preferían evitarla: actuaba bajo una luz normal o más bien brillante en lugar de la oscuridad, y alentaba a los participantes en las sesiones a conversar con normalidad en vez de «cogerse de la mano y concentrarse». Aunque en su madurez Home podía levitar a voluntad, aparentemente también lo hacía sin darse cuenta. En una ocasión, cuando su anfitrión le hizo notar que flotaba sobre los cojines del sillón, pareció muy sorprendido.

Los ilusionistas teatrales se enorgullecen de su piéce de resistance: ponen a su ayudante -generalmente una mujer- en «trance», la apoyan en las puntas de dos espadas y después retiran las espadas, de modo que flota en el aire sin soporte aparente. Pueden suceder dos cosas: o no se eleva (o sea, los espectadores sufren una alucinación colectiva), o lo hace con la ayuda de aparatos que no vemos.

Por supuesto, Home y otros espiritistas también atribuirían sus hazañas de portación o levitación a «aparatos que no vemos», pero en su caso los aparatos los manejarían espíritus.

Hasta el fin de sus días, Home afirmó que volaba porque era elevado por espíritus, los cuales demostraban así su existencia. Pero describió una levitación típica como sigue:

«"No siento manos que me sostengan y, desde la primera vez, nunca he sentido miedo, aunque si me hubiera caído desde el techo de algunas habitaciones en las que levité no hubiese podido evitar sufrir heridas graves. En general me elevo perpendicularmente; mis brazos con frecuencia se ponen rígidos y se elevan por encima de mi cabeza, como si estuviera tratando de aferrar al poder invisible que me eleva lentamente desde el suelo.»


El Enigma De La Gravedad

Alexandra David-Neel, tras haber vivido 14 años en el Tíbet, regresó convencida de que algunas personas logran vencer la gravedad.

Pero nosotros, al igual que los espiritistas, nos tendremos que referir al «poder invisible» que nos mantiene en el suelo. Todos conocemos a Newton y su descubrimiento de la ley de gravedad. Pero las investigaciones psíquicas señalan la relativa facilidad con que algunos sensitivos pueden invertir esta ley.

En su libro Mystére et magie au Thibet (Misterio y magia en el Tíbet) publicado en 1931, la señora Alexandra David-Neel, exploradora francesa que pasó 14 años viajando por el Tíbet y sus alrededores, relata cómo encontró un hombre desnudo y cargado de cadenas. Su acompañante le explicó que su adiestramiento místico le había vuelto tan ligero que, a menos que llevara las cadenas, flotaba.

Parecería que la gravedad no tiene tanto control sobre nosotros como se nos ha dicho. Sir William Crookes, hombre de ciencia a investigador psíquico, dijo acerca de Home:

"Estoy dispuesto a declarar que los fenómenos son tan extraordinarios y se oponen tan directamente a los artículos de fe científicos más arraigados -entre otros la ubicuidad a invariabilidad de la fuerza de la gravitación-, que aún ahora, al recordar los detalles de lo que he presenciado, surge un antagonismo en mi mente entre la razón que afirma que son científicamente imposibles y la conciencia de que mis sentidos de la vista y del tacto constituyen testigos veraces. De modo que llegamos a la conclusión de que, en algunos casos especiales -como los santos o médiums especialmente dotados-, la levitación existe. Pero hay una tendencia creciente a suponer que cualquiera puede hacerlo, si adquiere el adiestramiento necesario; los estudiantes de meditación trascendental afirman que lo consiguen muy a menudo.