Yo visité Ganímedes -Capítulo XX-


La Nueva Era

En los capítulos finales del Apocalipsis, 21 y 22, el simbolismo alegórico de las profecías nos muestran el cumplimiento de la Promesa Crística. Comienzan con la visión de “un cielo nuevo y una Tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra se fueron”...

Claramente se comprende que, después del paso de Hercólubus, el planeta habrá cambiado totalmente. Nuevos continentes reemplazarán a los actuales, y por tanto serán nuevas tierras las que se muestren a la luz del Sol. Y como la poderosa atracción del gigantesco visitante habrá atraído a la Luna, llevándosela consigo en su perpetuo girar en torno a Tila, y producirá el cambio de nuestro eje, haciendo rotar a la Tierra en una forma diferente a la actual, es lógico que una nueva fisonomía del firmamento aparecerá desde entonces, pues la posición de todas las constelaciones habrá cambiado desde el nuevo ángulo de observación terrestre: serán “una tierra y un cielo nuevos...”

Al mismo tiempo, en esos capítulos se nos muestra el descenso a este mundo de la nueva “ciudad de Dios”, “la Nueva Jerusalén, de oro y piedras preciosas” cuya descripción constituye un conjunto simbólico de profundas alegorías en que, de nuevo, se manifiesta la intervención de los Números-Clave.

Si estudiamos con detención las detalladas y minuciosas descripciones del texto, y aplicamos el mismo procedimiento explicado al tratar sobre los Números-Clave, comprobaremos que todo ese conjunto de versículos encierra una maravillosa y extensa referencia a las nuevas condiciones de vida, civilización, nivel de humanidad, cultura y elevación moral y espiritual de la nueva raza que poblará la nueva Tierra, o sea este mismo planeta, regenerado. Vale decir, el establecimiento de una nueva humanidad que realice acá el ideal crístico.

En otras palabras: La Nueva Era, el nuevo ciclo o Revolución Cósmica de 28.791 años, que comenzarán en el añoi2001, en que termina el actual.

Será en ese entonces donde se realicen las partes más importantes de la Gran Misión que nuestros Hermanos Mayores del Reino de Munt han comenzado a ejecutar. Pasados los cataclismos y todas las formidables transformaciones, nuestro planeta seguirá un tiempo afirmando y estabilizando su nueva topografía. Y para que pueda ser habitado otra vez, tendrán que desaparecer todas las causas de perturbación que impidan el florecimiento de una nueva vida en su suelo. En ello intervendrán, directamente los superhombres de Ganímedes.

Ya hemos dicho que, antes del exterminio total, habrán sido trasladados a su reino todos aquellos que, mediante el gran poder de clarividencia del sexto sentido de los hombres de Munt, fueron descubiertos y salvados.

Para los profanos que esto lean, debe explicarse que aquel sexto sentido permite a los tripulantes de los Ovnis apreciar desde sus máquinas la brillante luminosidad de las auras, a través de cualquier muro, techo, o lo que sea. Por eso es que han estado y están visitando constantemente todos los centros poblados de este mundo. No necesitan bajar, sino cuando van a recoger a alguien, pues desde la altura conocen muy bien dónde se encuentra cada uno de los poseedores de “las blancas vestiduras del Reino”. Y cuando se acerca el momento propicio para el viaje, ya cada uno de ellos sabe, con anticipación, que vendrán a recogerlo...

Y la preparación que reciban en Ganímedes los capacitará para ser, después, a su retorno a este mundo, los progenitores de la Nueva Raza, los fundadores efectivos de la NUEVA ERA... Por eso es necesario que sean trasladados en cuerpo físico, hombres, mujeres y niños, para que acondicionados en el Reino de Munt a semejanza de sus maestros de ese mundo, puedan alcanzar varios siglos de existencia y procrear, en la nueva Tierra, hijos con el sexto sentido y con una educación similar a la que se obtiene en ese reino de superhombres.

Mientras nuestros coterráneos sean así preparados al cumplimiento de tan hermoso destino, los hombres de Munt trabajarán por largo tiempo en el reacondicionamiento de la Tierra, a fin de hacerla nuevamente habitable. Su ciencia y su técnica les permitirá eliminar, totalmente la radiactividad y los restos de isótopos radioactivos que quedaron en todo el planeta como consecuencia de la locura bélica de la extinguida humanidad.

Los nuevos continentes serán sembrados con semillas traídas desde su mundo para extender una nueva flora en todas partes. Todos los gérmenes peligrosos o negativos que puedan amenazar la perfecta iniciación de una nueva humanidad, serán eliminados de este mundo, asegurando así la existencia de los nuevos pobladores en un mundo como el de ellos, exento de enfermedades...

Y cuando las condiciones lo permitan, volverán a traer a todos los hijos de este mundo que fueron salvados del desastre. Una nueva civilización comenzará a florecer acá, a imagen y semejanza del Reino de Munt, sobre la base de los hombres y mujeres que fueran “salvados” por ser dignos precursores de aquel Nuevo Mundo que se construirá en la Tierra, bajo la sabia y amorosa dirección de las Sublimes Inteligencias del Reino de la Luz Dorada, y con la cooperación fraternal de sus Hermanos de Ganímedes...

Un nuevo reino de paz y de armonía, de LUZ, de AMOR y de VERDAD habrá nacido en la Tierra de entonces. Y las últimas partes del Apocalipsis habrán tenido su más fiel realización, pues con los cambios sufridos se habrá modificado hasta el clima, ya que al cambiar de posición el eje de rotación, y modificarse totalmente los polos geográficos y magnéticos, nuestro planeta gozará de condiciones ambientales diferentes.

Los crudos y marcados fenómenos meteorológicos habrán sido reemplazados por una perpetua primavera en todas las regiones del globo y una nueva luz permanente v que llenará hasta los más recónditos y cerrados recintos, habrá reemplazado a la variante luz del Sol...

Con esto se cumplirá, también, aquellos versículos 4 y 5 del Cap. 22. que dicen:

“Y verán Su cara: y Su nombre estará en sus frentes”. “Y allí no habrá más noche; y no tiene necesidad de lumbre de antorcha, ni de lumbre de Sol: porque el Señor Dios los alumbrará; y reinarán para siempre jamás”.

Esta última profecía nos lleva. también, a las últimas explicaciones que nuestros Hermanos nos dieran para completar este Mensaje.

En el curso de toda la obra se ha mencionado al Reino de Cristo como el REINO DE LA LUZ DORADA. Hasta acá, se entendió como referente, de manera exclusiva, al Sol... Pero la última profecía señalada en el Apocalipsis nos abre un nuevo interrogante. Y ese interrogante se une a la pregunta que muchos, los más observadores, se habrán hecho: Si hemos pensado que el Sublime Espíritu de Cristo era rey del Sol, ¿cómo podríamos explicar el misterio de que su dominio se extendiera, también, a Hercólubus, siendo este planeta de un sistema estelar diferente al solar? y ¿qué significado tendría la última profecía mencionada, en cuanto a que no tendrán ya necesidad de la luz del Sol?...

Una vez más tendremos que referirnos a la Gran Pirámide de Egipto y a la asombrosa sabiduría de los hombres que la construyeron. Y esto servirá como postrera comprobación de que el origen primordial de ambas fuentes proféticas, a través del tiempo y la distancia, ha sido, siempre, el mismo. En la Pirámide de Keops y en algunos de los más secretos papiros del antiguo Egipto, existen marcadas y enigmáticas alusiones a la estrella Alción, de la constelación del Toro, y su gran sistema estelar.

Igualmente, en la Biblia, en el libro de Job, Cap. 38 Vers. 31, hablando Dios a Job, le dice:

“Podrás tu impedir las delicias de las Pléyades, o desatarás las ligaduras del Orión?” — Y en el Vers. 33, “¿Supiste, tú las ordenanzas de los cielos?”...

Si tenemos en cuenta que la estrella Alción pertenece al grupo que nuestros astrónomos denominan “las Pléyades”, y que desde Ganímedes se informa que, para ese entonces, la Tierra y todo nuestro sistema solar habrá ingresado en una zona de “perpetua Luz Dorada” que abarca un perímetro de muchos años-luz en los dominios del astro que nosotros conocemos como “estrella Alción”, y que esa luz será de tal naturaleza que se encontrará presente en todas partes, alumbrando hasta los más recónditos lugares, aquella profecía del Cap. 22 del Apocalipsis adquiere, ya, un realismo astronómico de trascendental importancia.

En cuanto a la otra pregunta, relacionada con los alcances siderales del Reino Cósmico del Cristo, se nos dio esta enigmática respuesta:

“Si en vuestro mundo, los reyes de Inglaterra, simples mortales, fueron los soberanos, simultáneamente, de la Gran Bretaña, Canadá, Australia, India y de todas las colonias repartidas, en otro tiempo, en los diferentes continentes de la Tierra”... “¿Puedes tú negar que el Sublime Reino de la Luz Dorada sobrepase los límites pequeños de la familia de astros que vosotros denomináis “sistema solar”, y que el imperio celestial de Nuestro Señor v Maestro, Dios del Amor y del Perdón. Camino de la Luz, de la Verdad y de la Vida, alcance, también, los límites de aquella gran familia estelar a la que vuestros científicos bautizaron con el nombre de un animal astado...?” “Espera, que al venir a vivir entre nosotros, aprenderás todo esto y mucho más”...

Ante tal respuesta, huelga todo comentario.

Sólo nos resta decir que la Promesa de Cristo, al cumplirse íntegramente en la Tierra ya purificada para siempre, dará a esa gran legión de espíritus que fueron considerados “Sus Ovejas”, el reino que todos anhelamos, Porque al ir renaciendo en los cuerpos procreados por los “elegidos”, serán superhombres como sus hermanos de Ganímedes.

Construirán una nueva civilización, educados y guiados por ellos, según los moldes del Reino de Munt, y vivirán ya en un mundo que, alumbrado por la LUZ DORADA, esa luz a que los últimos versículos del Apocalipsis llaman “la Luz de Dios”, que iluminará hasta el fondo de las almas, será la expresión material y moral del dulce y placentero paraíso, sin maldad, dolor ni muerte, que el Sublime Maestro predicara, dos mil años antes, en las riberas del Jordán...