El diablo y la religión


Diablos y demonios

Muchos ángeles continuaron convirtiéndose en demonios después de la primera caída.
Muchos ángeles continuaron convirtiéndose en demonios después de la primera caída, señal de que la lucha continúa en el cielo.
"El Rey de las Tinieblas se formó y surgió del agua negra. Creó y propagó miles y miles de especies en el infinito. Y las tinieblas se engrosaron de estos demonios, falsos dioses, vampiros, diablos, genios maléficos, todas horrorosas formas de las tinieblas de toda clase, seres sombríos, coléricos, negros, groseros, rabiosos, venenosos, amargados, fétidos, sucios, malolientes, mudos, sordos, obtusos, cerrados, tartamudos, sin oído, enajenados, ignorantes..."

Tomando como referencia a las tradiciones rabínicas, se explica el origen de los demonios señalando a Dios como Creador de los Ángeles, seres espirituales dotados de razón, voluntad propia y existencia inherente. El oficio de estos seres fue, a partir de su creación, el de crear, y lo primero que hicieron fue a otros ángeles, de menor jerarquía.

El primer Ángel que Dios creó se llamó Lucifer (también llamado Luzbel o Lucero, "Portador de luz"), el más bello y perfecto de todos, ostentando el grado de Querubín / Arcángel.

Luego de los ángeles, Dios crea el Universo físico en su totalidad, poniendo a aquellos a trabajar en este espacio; una tercera parte fue destinada a la Tierra, bajo el mando de Lucifer.

Éste, sin embargo, pretendía ser el "Señor", soberano del mundo, el hecho del dominio sobre otros le pareció bueno, contaminó su percepción, lo arruinó, y finalmente se rebeló contra Dios.

Él razonó que la competencia sería mejor que la cooperación, servir al Yo sería más agradable; cuando tomó la decisión de rebelarse e invadir el Cielo, fue convenciendo paulatinamente, tardando el equivalente a decenas de miles de años quizá, a los ángeles bajo su dominio, despertanto la envidia en unos pocos por alguna injusticia imaginaria, y luego valiéndose de éstos para convencer a los demás, millones de ángeles santos a rebelarse.

Llegado el momento de ascender al Cielo para invadirlo, Lucifer se enfrenta con el Arcángel Miguel quien con la ayuda de Dios y tras una colosal batalla, terminaría con la derrota del ángel rebelde y el resto de ángeles sublevados.

Vencido Lucifer, recibió de Dios el nombre de Satán el Diablo, y fue precipitado a los Infiernos junto con los ángeles rebeldes, que se convirtieron en Demonios.

Su pena fue la descalificación jerárquica, la pérdida de cualquier otra oportunidad de redención, la perversión de su mente y un cataclismo de proporciones mundiales que destruiría todo lo creado sobre la faz de la Tierra.

Otra opinión acerca del origen de los demonios se refiere a la rebelión a causa del hombre: Por celos a éste, creado a imagen y semejanza de Dios y los ángeles, "profirieron su grito de non servian...

Durante el siglo VI, los teólogos explicaban la caída de los ángeles por el resentimiento que les causó el saber que Jesucristo se encarnaría en la naturaleza humana y no en la angélica... El despecho les llevó a la rebelión, y ésta a la ruina.

Se sabe, además, que muchos ángeles continuaron convirtiéndose en demonios a posteriori de la primera caída, señal de que la lucha continúa en el Cielo.

Lucifer (el portador de la luz) fue el primer ángel que creó Dios, el más bello y perfecto de todos.
Lucifer (el portador de la luz) fue el primer ángel que creó Dios, el más bello y perfecto de todos, pero su ansia de poder lo hizo revelarse contra el Creador
Diablo y religión

Nos encontramos pues, con que el diablo es una institución enteramente cristiana. El cristianismo es el que le dará todas sus formas y su constitución, le dotará de sus atributos, y creará toda una ciencia a su alderredor: la Demonología, que será la antítesis pura y simple de la Teología o estudio de Dios y que, como ésta, tendrá sus grandes tratadistas y filósofos.

El diablo empezará a gozar, con todo ello, de una creciente popularidad. Mientras que, en los tiempos antiguos, el demonio era el chivo expiatorio a cuya malevolencia se cargaban todas las desgracias que recaían sobre la humanidad, y más tarde un elemento de coerción que empujaba al hombre al bien ante el temor al castigo (aunque la Biblia nos hable ya en algunas ocasiones de tratos con el diablo), la Edad Media nos ofrece un profundo cambio en este orden de ideas. De pronto, observamos, un gran número de hombres y mujeres dejan de temer al diablo para quererlo, para desearlo, para adorarlo, para convertirse en sus aliados, y servidores. ¿Por qué todo esto? No es, ciertamente, tan sólo a causa de la creciente importancia que le va dando la Iglesia... aunque esto, indudablemente, influya en todo el contexto.

Muchos autores creen ver la motivación última de este creciente interés e inclinación hacia el diablo de una parte del pueblo medieval en la gran riqueza y poder que poseía la Iglesia por aquel entonces. En efecto, durante todo el medievo, la Iglesia se caracterizó por la exhibición de una gran riqueza material, que se traslucía tanto en el poder que detentaban sus miembros como en el lujo de sus obras, en los tesoros que albergaban sus catedrales, en sus cultos, en su liturgia. Era lógico que esta desmesurada ostentación de riqueza, ante la miseria de la mayoría del pueblo, hiciera que muchos se preguntaran: si la Iglesia (si Dios) es tan rico y poderoso, mientras que nosotros pasamos hambre y tanta miseria; si el Señor nos ha rehusado la posesión de todos estos bienes y pertenencias, dándoselos en cambio tan sólo a sus ministros, ¿ por qué no pedírselos nosotros al Diablo que, como enemigo ancestral de Dios, se hallará también en situación de dárnoslos, y lo hará gustosamente con tal de que reneguemos de Dios? ¿Por qué no convertir al diablo en nuestro dios, para que nos dé las riquezas y el poder que la Iglesia nos niega?

Así es probable que se iniciara el culto al demonio... un culto que, lejos de disminuir con el tiempo, fue aumentando progresivamente, ganando adeptos día a día... ya que el diablo, como personificación del mal, no entiende de actos lícitos e ilícitos, por lo que para él todos los actos están permitidos, incluso los más execrables, mientras que la Iglesia por el contrario, prohibe más cosas que las que permite.

Como dice muy bien Grillot de Givry, la realización de esta lógica debía de ser fatal: no se muestra impunemente al diablo en las catedrales, durante diez siglos, a treinta generaciones de seres humanos, sin que aparezcan curiosos deseosos de ir a verlo realmente, aduladores para ir a hacerle la corte, revolucionarios para entregarse a él en cuerpo y alma. El diablo empezó a tener así sus servidores... que son los que han llevado su leyenda hasta nuestros días.

Artículo publicado en Proyecto La Página de la Vida