Armas biológicas


La historia de las armas de la humanidad, que probablemente se inició con el hacha de sílex, no terminó con el descubrimiento de la bomba atómica y la puesta en escena de los misiles intercontinentales. Gracias a la ingeniería genética, en los laboratorios militares secretos se elaboran armas biológicas que pueden superar las fantasías de todos los genios de la ciencia ficción.


Armas biológicas Por Miguel Ángel Cevallos

"Si la cuarta guerra mundial se librará con piedras y palos, en la tercera seguramente usarán virus y bacterias"


Lo que sucedió el 2 de abril de 1979 en Sverdlovsk, en la ex Unión Soviética, no fue más que una prueba de algo que se sospechaba desde hacía ya mucho tiempo: el armamento biológico de destrucción masiva es una realidad.

En esa fecha, en el complejo militar número 19, hubo una explosión que accidentalmente liberó unos cuantos miligramos de esporas de Bacillus anthracis. Pocos días después, 96 personas enfermaron de ántrax; 69 de las cuales murieron. Ésta fue la peor epidemia de ántrax humano adquirido por inhalación de esporas registrada hasta la fecha.

Durante años, las autoridades de la antigua Unión Soviética argumentaron que la epidemia fue originada por el consumo de carne contaminada con bacilos del ántrax, situación que muy de vez en cuanto sucede sobre todo en regiones en las que este bacilo habita naturalmente, como es el caso de Sverdlovsk (hoy Ekaterinburgo). Sin embargo, en mayo de 1992, Boris Yeltsin admitió que en Sverdlovsk se estaban desarrollando armas biológicas, el ántrax entre ellas. Ese mismo año emigró a los Estados Unidos el doctor Ken Alibek, quien fuera científico en jefe de 1988 a 1992 del "Biopreparat", la institución militar soviética encargada del desarrollo de las armas biológicas y confirmó que Rusia posee armas para una guerra biológica en gran escala. Este género de guerra no es nuevo y de hecho se ha usado en múltiples ocasiones desde la antigüedad.

Los romanos arrojaban animales muertos en los suministros de agua de sus enemigos con el fin de contaminarlos. Los tártaros, en el siglo XIV, lanzaron con catapultas cadáveres infectados con peste, sobre las murallas de la ciudad de Kaffa, esperando así contagiar a sus habitantes. Durante la llamada guerra franco-india (ocurrida de 1754 a 1763 y en la que se enfrentaron Francia y Gran Bretaña por el dominio de territorios de parte de lo que hoy es Canadá y los Estados Unidos), el ejército británico obsequió a los indios americanos, aliados de los franceses, cobijas que habían sido usadas por personas enfermas de viruela, iniciando así una epidemia que diezmó a muchas tribus. Durante la década de los treinta, en la guerra chino-japonesa, los japoneses utilizaron la peste como arma, afortunadamente sin mucho éxito.

En la primera Guerra Mundial, Alemania usó el ántrax contra el ganado caballar y vacuno que aportaban a las fuerzas aliadas España, Noruega, Argentina, Rumania y -hasta antes de que se involucraran en la guerra, en 1917- los Estados Unidos. Se sospecha que durante la segunda Guerra Mundial, los rusos utilizaron la tularemia contra los alemanes durante el sitio de Stalingrado; esta enfermedad es producida por la bacteria Francisella tularensis y usualmente se transmite a través de picaduras de garrapatas, pero también se puede adquirir por beber agua contaminada o por estar en contacto con carne de mamíferos infectados (principalmente conejos); la tularemia se puede presentar de diversas formas, entre ellas un tipo de neumonía muy grave. En esta misma guerra, los japoneses hicieron uso de armamento biológico contra los chinos (otra vez sin mucho éxito) y además experimentaron con éste en prisioneros de guerra estadounidenses.

Al terminar la guerra, el gobierno de los Estados Unidos pactó con los japoneses no someter a sus científicos a juicio por crímenes de guerra, ¡a cambio de compartir los resultados de tales experimentos! Los datos así obtenidos enriquecieron el programa de armas biológicas del gobierno estadounidense iniciado en 1942.

En países como Canadá, la Unión Soviética, el Reino Unido y los Estados Unidos, los programas de armamento biológico se expandieron al finalizar la guerra y cobraron auge durante la guerra fría. Este crecimiento se detuvo, al menos oficialmente, con la firma del tratado surgido durante la Convención de Armas Tóxicas y Biológicas de 1972, en la cual se prohibe el uso y desarrollo de armas biológicas. Una de las debilidades del documento es que no se establece ningún mecanismo de verificación. A pesar de que este tratado fue firmado por 140 naciones, se sospecha que China, Vietnam, Laos, India, Bulgaria, Irak, Irán, Taiwan, Siria, Cuba, Corea del Norte, Egipto, Israel, Japón, Estados Unidos y algunos países del ex bloque soviético todavía tienen programas de desarrollo de armamento biológico e incluso, algunos de ellos cuentan con grandes cantidades almacenadas.

Lo que últimamente ha alarmado a las autoridades de muchos países es que ciertos grupos terroristas ya tienen acceso a armamento biológico. Por ejemplo, en 1995 se descubrió en Japón que el culto Aum Shinrikyo (Verdad suprema) responsable del ataque al metro de Tokio con el gas neurotóxico Sarín, también desarrolló armamento biológico e intentó usarlo en al menos ocho ocasiones. Incluso, se sabe que en octubre de 1992, su líder, Shoko Asahara, y otros 40 miembros viajaron a Zaire supuestamente para ayudar a las víctimas del ébola pero probablemente su objetivo fuera obtener muestras del letal virus. Sólo en 1997, en Estados Unidos se investigaron cerca de 100 amenazas terroristas en 50 las cuales se alegaba la participación de agentes biológicos.


Asesinos diminutos

Para tratar de entender por qué han proliferado las armas biológicas, es útil que definamos qué se entiende por arma biológica y después cuáles son las ventajas y desventajas de su uso. Entendemos como guerra biológica el uso de enfermedades producidas por microorganismos o agentes bioactivos (toxinas) con el fin de dañar o aniquilar a las fuerzas militares del enemigo, sus poblaciones civiles o contaminar sus fuentes de agua o alimentación.

Para fabricar un arma biológica teóricamente se puede utilizar cualquier microorganismo patogénico. Por ejemplo, en 1984 en Dallas (Oregon), la secta religiosa Rajneeshi contaminó con la bacteria Salmonella las barras de ensalada de una cadena de restaurantes. Como resultado, 751 personas tuvieron que ser hospitalizadas por malestares gastrointestinales más o menos severos; afortunadamente en esa ocasión nadie falleció. Pero desde el punto de vista práctico, sólo un pequeño número de microorganismos tienen la potencialidad de utilizarse efectivamente como armas biológicas. Hay que tomar en cuenta que el microorganismo elegido tiene que poder cultivarse en grandes cantidades y poder dispersarse con facilidad (de preferencia como aerosol); debe ser muy infeccioso y de preferencia que pueda contagiarse de persona a persona.

Otro requisito es que con bajas dosis del organismo elegido se pueda iniciar la enfermedad, ya que muchas veces no basta para ese propósito que un solo virus o una bacteria infecte a una persona. Los microorga-nismos con potencialidad de ser utilizados como armas deben ser estables en el ambiente, para así asegurar su permanencia como agentes patogénicos y, por último, hay que tomar en cuenta la existencia o no de medidas preventivas o terapéuticas.

Armas biológicas El manual de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) menciona 31 organismos con una potencialidad real de ser usados como armas. La lista incluye la viruela, el ántrax, la peste, el botulismo, la tularemia, el tifus, la fiebre Q, la encefalitis equina venezolana, el ébola y la influenza. Recordemos que esta última enfermedad mató a cerca de 25 millones de personas alrededor del mundo en 1918. De estos 31 organismos, la viruela y el ántrax son los que más fácilmente se pueden convertir en armas biológicas de alta eficiencia.


La amenaza de la viruela

La viruela es una enfermedad viral infecciosa muy grave; de cada 100 personas que la contraen 30 mueren, pero se sabe que en algunas poblaciones la mortalidad ha llegado a ser del 90%. Los sobrevivientes pueden quedar ciegos o con la vista nublada, y con horribles cicatrices que les recordarán la terrible enfermedad el resto de sus días. Gracias a una campaña muy intensa de vacunación a nivel mundial, ya no se han reportado nuevos casos desde 1978.

El último caso mortal del que se tiene noticia ocurrió ese año, en uno de los cinco laboratorios de alta seguridad que tenían muestras del virus. En 1980 la Organización Mundial de la Salud declaró que la viruela era la primera enfermedad humana completamente erradicada de la faz de la Tierra. Sin embargo, existen todavía dos muestras del letal virus en dos laboratorios de alta seguridad. Uno de ellos se encuentra en las instalaciones Vector, en Novosibirsk, Rusia y el otro en el Centro de Control de Enfermedades (CDC) en Atlanta, Estados Unidos.

Supuestamente estas muestras tenían que haberse destruido en junio de 1999; sin embargo, tanto Rusia como los Estados Unidos cambiaron de opinión a última hora y se negaron a hacerlo. La decisión de ambos países obedece a que cada uno sospecha que el otro tiene almacenado este virus en cantidad suficiente para utilizarlo como arma biológica. También se teme que los rusos hayan facilitado muestras de viruela a Corea del Norte. En pocas palabras, se han conservado estas muestras exclusivamente por su potencialidad bélica.

Utilizar la viruela como arma causaría estragos en la población, puesto que al ser considerada una enfermedad erradicada, los esquemas de vacunación ya no la contemplan. Es muy probable que hoy en día todos los menores de 20 años no estén vacunados. Lo que es peor, ya no hay quien produzca esta vacuna a escala industrial, ni existe en almacén en cantidades suficientes como para enfrentar un brote por pequeño que sea. Para apreciar la magnitud del problema, basta mencionar que en 1947 aparecieron en Nueva York ocho casos de viruela; a fin de detener la incipiente epidemia fue necesario aplicar seis millones de vacunas en una semana. Si el problema se presentara hoy, no habría manera de enfrentarlo. Afortunadamente, conseguir el virus de la viruela es extremadamente difícil, por lo que provocar con éste una epidemia queda prácticamente fuera del alcance de los grupos terroristas, a menos que estén apoyados por un gobierno que cuente con el virus.


La bioseguridad

Independientemente de la peligrosidad de su uso potencial como armas de destrucción masiva, los microorganismos patógenos, en tanto objetos de estudio, también constituyen un riesgo para los seres humanos y el medio ambiente. Con el fin de mantener bajo control esta amenaza, existe una serie de medidas preventivas para proteger de posibles enfermedades tanto a las personas que manejan dicho material biológico como a su entorno. Estas medidas conforman la bioseguridad, que se aplica en hospitales, empresas farmacéuticas y, sobre todo, laboratorios donde se trabaja con parásitos, bacterias o virus.

La bioseguridad implica seguir ciertas reglas de protección, que se aplicarán en el laboratorio desde la recepción hasta el desecho de agentes o muestras biológicas, pasando por su manipulación y las cuales dependerán del tipo y cantidad de éstos y los procedimientos empleados para su manejo. Y es que, por ejemplo, no es lo mismo trabajar —por cantidad— con una muestra para diagnóstico que con agentes o cepas para la elaboración de una vacuna.

En cuanto a las prácticas de bioseguridad dentro del laboratorio, muchas de ellas son de sentido común, otras no tanto. Para empezar, el acceso debe estar restringido, sobre todo durante el tiempo de trabajo, y la puerta perfectamente cerrada. El personal debe lavarse las manos antes y después de manipular el material biológico; no comer, beber, fumar, manejar lentes de contacto o aplicarse cosméticos; ni "pipetear" con la boca, sino utilizar los instrumentos adecuados para ello: propipetas, pipetas automáticas y bulbos de seguridad, así como evitar crear aerosoles o derrames. La superficie de trabajo debe desinfectarse antes y después de usarla, sobre todo si se presentó algún derrame.

Además, todo cultivo o material biológico debe ser tratado por métodos como la esterilización antes de ser descartado, y debe existir un programa de control de insectos y roedores. La señal gráfica de riesgo biológico debe estar colocada a la vista en el acceso y acompañada de los datos del jefe de laboratorio y los requisitos para entrar en el lugar. En ocasiones, debe existir un programa de vacunación y toma de muestras de suero (pruebas de sangre) del personal que labora en el área. Es indispensable, asimismo, un manual y un reglamento de bioseguridad que debe conocer y seguir dicho personal, así como programas de entrenamiento constante en la materia. Adicionalmente, debe tenerse extremo cuidado con el manejo y eliminación de agujas, porta-objetos, pipetas, tubos capilares, entre otros, colocándolos en contenedores especiales y cuando sea posible sustituirlos por materiales de plástico desechables.

El equipo e instalaciones para efectos de bioseguridad también dependerán de la peligrosidad y características del microorganismo que se maneje. Por ejemplo, para algunos es necesario utilizar trampas de doble puerta para evitar la contaminación tanto del espacio interior como del medio externo; en otros casos, se utilizan gabinetes de bioseguridad, de los cuales hay de varios tipos: abiertos o totalmente cerrados, para proteger al material o a las personas y el medio ambiente, con o sin guantes integrados, pero todos ellos dotados de complejos sistemas de filtración de aire. De cualquier manera, el equipo personal mínimo se integra de bata, guantes, goggles y mascarillas.

Las instalaciones deben estar construidas para su fácil aseo y desinfección; disponer de lavamanos y lavaojos; tener paredes, piso y techos resistentes a la humedad y de fácil limpieza. Las mesas deben ser resistentes a solventes, ácidos y calor moderado, y los muebles sencillos y colocados con la separación suficiente entre ellos para permitir el aseo. Las ventanas deben estar selladas y las que se abren contar con mosquitero. Por último, hay que mencionar que tanto el equipo como las instalaciones del laboratorio en general deben recibir mantenimiento y desinfectarse periódicamente.

He aquí tan sólo algunas de las medidas que recomienda esa gran amiga de quienes trabajan con los no tan amigables microorganismos patógenos: la bioseguridad.


El terrible ántrax

A diferencia de la viruela, la bacteria Bacillus anthracis, agente causal del ántrax, se encuentra naturalmente en muchas regiones del mundo que incluyen Centro y Sudamérica, el Caribe, África, Oriente Medio y algunas regiones de Europa. Esto permite que cualquier grupo militar o terrorista pueda recolectar y almacenar sin mucha dificultad esta bacteria. Saddam Hussein tomó un camino más simple: compró los agentes patogénicos a una compañía biotecnológica de los Estados Unidos.

El ántrax es una enfermedad propia de animales de sangre caliente, pero cuando afecta al ser humano es especialmente maligna. Esta enfermedad se considera como ocupacional, ya que sólo la adquieren aquellas personas que están expuestas a animales muertos o sus productos.

En el ser humano se puede presentar en tres formas: como ántrax cutáneo, gastrointestinal o pulmonar. El cutáneo se presenta cuando el bacilo o sus esporas caen en una herida abierta o en los ojos de su víctima; en esa forma es una enfermedad agresiva pero se puede tratar con antibióticos y raramente es mortal. El ántrax gastrointestinal se adquiere cuando se consumen alimentos contaminados con el bacilo o sus esporas; se caracteriza por una severa inflamación del intestino, náusea, vómito sanguinolento, diarreas fuertes y llega a ser un afección mortal hasta en un 60% de los casos. El ántrax pulmonar se adquiere inhalando esporas del bacilo que son lo suficientemente pequeñas como para penetrar muy adentro en los pulmones. Al principio, la enfermedad tiene síntomas parecidos a los de una gripe severa: tos, dolor muscular, de cabeza y de pecho; luego la enfermedad se torna más severa, hasta producir un estado de shock en el cual muere el 95% de los afectados. La enfermedad sólo puede controlarse si se empieza un tratamiento drástico con antibióticos dentro de las primeras 48 horas de iniciarse los síntomas. Sin embargo, debido a que en sus primeras etapas la enfermedad es difícil de diagnosticar, generalmente los afectados pocas veces reciben el tratamiento oportuno.

Otra de las características que hacen apetecible a esta bacteria como arma biológica, es que puede cultivarse fácilmente y a bajo costo. Lo que tiene realmente valor militar es que las esporas de ántrax son muy resistentes a las agresiones del medio ambiente y pueden permanecer viables por muchas décadas; además, las esporas son lo suficientemente pequeñas como para que algún grupo militar intente liberarlas al ambiente en forma de aerosol. Por fortuna, fabricar aerosoles con esporas de ántrax es técnicamente muy difícil ya que éstas tienden a agregarse, lo cual complica su dispersión. El equipo que se necesita para producir ántrax como bioarmamento no requiere de mucho espacio, ni equipo demasiado sofisticado: bastaría con el equipo que se encuentra comúnmente en un laboratorio de investigación farmacéutico o de biotecnología. La única diferencia es que para producir armamento biológico se tendrían que extremar las condiciones de seguridad para evitar el contagio del personal que manipule el bacilo. Los laboratorios de este tipo son más o menos fáciles de ocultar, ya que, en general, son pequeños y no tienen equipo demasiado especializado que delate su existencia. Un laboratorio de bioarmamento se puede confundir fácilmente con un laboratorio farmacéutico de investigación. Por esta razón es muy difícil establecer mecanismos de verificación que impidan que se desarrolle armamento biológico con ántrax.

Utilizar ántrax como arma biológica puede ser devastador. La Organización Mundial de la Salud ha estimado que la liberación de 50 kg de esporas de ántrax, en un frente de 2 km, sobre una ciudad de 500 000 habitantes, produciría la muerte de 95 000 personas. En el caso de un ataque terrorista, digamos en un estadio de fútbol, esconder una ampolleta con un concentrado de esporas de ántrax es mucho mas fácil que esconder un artefacto explosivo, aunque quizá desde el punto de vista propagandístico sea mas espectacular una explosión. Los efectos de una infección de ántrax se empezarían a notar algunos días después, lo que permitiría al perpetrador escapar más fácilmente.

El costo de "devastar" con ántrax un kilómetro cuadrado de territorio, es aproximadamente de un dólar, y de 2 000 dólares si se utilizan armas convencionales. Por esta razón hay quien dice que el armamento biológico es la "bomba atómica" de los países pobres.

Dado el peligro real de una guerra bacteriológica en la que seguramente el ántrax sería uno de los elementos importantes en juego, el gobierno de los Estados Unidos decidió, en diciembre de 1997, vacunar contra el bacilo a 1.4 millones de elementos activos de su ejército.

Por otra parte, una de las grandes desventajas del armamento biológico es que su uso puede representar una amenaza para el propio agresor; por ejemplo, si al rociar al enemigo con un agente patogénico cambia la dirección del viento, resultarán afectadas las propias tropas. Además, las regiones atacadas con armas biológicas pueden quedar inutilizadas, dada la dificultad de descontaminarlas eficazmente.

El gobierno de los Estados Unidos ha asignado en el último año un presupuesto importante para desarrollar un mecanismo eficiente que permita prevenir, detectar y combatir ataques con bioarmamento en su territorio. México, un país pacifista por vocación, debe seguir apoyando, o incluso encabezar, cualquier iniciativa internacional que detenga la proliferación del armamento biológico. Esto no descarta la conveniencia de tener en nuestro país un equipo médico bien entrenado, que sepa reconocer y actuar para detener posibles agresiones con armamento biológico.


Horrores de las armas biológicas

Virus y bacterias con los que se experimenta militarmente
Tipo de
microbio
Enfermedad Factor de
contagio
Mortalidad
(sin tratamiento)
Virus Encefalitis venezolana Bajo Baja
Virus Encefalitis equina oriental Bajo Alta (60%)
Virus Enfermedad de Margburg Alto Alta
Virus Fiebre amarilla Bajo Alta (40%)
Virus Fiebre Chikungunya Bajo Muy baja
Virus Fiebre Dengue Bajo Muy baja
Virus Fiebre del Rift Pobre Alta
Virus Gripe Muy alto Baja
Virus Viruela Muy alto Alta
Bacterias Ántrax Bajo Casi siempre mortal
Bacterias Brucelosis Cero Intermedia (25%)
Bacterias Cólera Alto Alta (85%)
Bacterias Enfermedad del legionario Cero Alta
Bacterias Muermo Cero Casi siempre mortal
Bacterias Peste pulmonar Alto Casi siempre mortal
Bacterias Tifus Alto Baja (10%)
Bacterias Tularemia Bajo Intermedia
Científicos que han trabajado en proyectos militares de este tipo, como el catedrático de biología molecular Doctor Michael Breindl, de la Universidad de San Diego, afirman lo siguiente: «Existen planes, por ejemplo, para recombinar genéticamente una bacteria de la flora intestinal inofensiva, la Escherichia coli, obteniendo un arma terrible. Para empezar, a través de genes de resistencia se le podría hacer inmune a la acción de los antibióticos; luego podría elevarse su resistencia contra los ácidos intestinales a fin de asegurar su libre circulación por todo el aparato digestivo, además se le podrían implantar genes de toxinas procedentes de otros organismos, como una toxina neural u otras que detuviesen la acción coagulante de la sangre. Finalmente, se le podría insertar un gen del tipo «invasor», que permitiría a la bacteria penetrar desde la pared del intestino en los tejidos interiores y las células del organismo. La bacteria así recombinada podría escaparse de la acción de defensa del organismo y verter sus toxinas directamente en los tejidos celulares».

Lo triste de toda esta explicación es que la mayoría de los procesos de laboratorio que describe el Doctor Breindl no son ciencia ficción, pues ya se han conseguido realizar o son de práctica corriente en el mundo de la ingeniería genética.

Por lo que se conoce actualmente, los técnicos estadounidenses que trabajan para el estamento militar han conseguido secuenciar y clonificar los genes de diversos venenos biológicos. Ya se conocen las estructuras genéticas del ántrax, el botulismo, el cólera, la difteria, el tétanos y la toxina del veneno de determinadas serpientes.

El conocimiento de las secuencias genéticas significa que en cualquier momento los científicos pueden producir de forma rápida, sencilla y barata enormes cantidades de estos venenos. En el proyecto USAMRIID de Fuerte Detrick se han empezado a insertar genes del veneno de serpiente en el DNA de colibacterias de tipo E. Por supuesto que la posición oficial ante estos experimentos es que se realizan con fines estrictamente médicos, en aras de obtener nuevas vacunas.

Algunos militares han llevado la ironía hasta el extremo de afirmar que estos experimentos también se hacen pensando en la salud de los países del Tercer Mundo: «En países donde anualmente mueren 40.000 personas por mordedura de serpiente -argumentan los generales- nuestras vacunas y nuestros experimentos sobre la toxina del veneno de cobra pueden ser de gran utilidad».

En Fuerte Detrick también se está trabajando en la obtención sintética de sustancias venenosas, como por ejemplo el veneno de un hongo llamado tricoteceno, asimismo conocido como «lluvia amarilla», un veneno trescientas veces más activo que los gases químicos convencionales que atacan al sistema nervioso central. Se tiene además conocimiento de que el Pentágono se ha gastado 1,3 millones de dólares en secuenciar el gen que codifica a la enzima acetilcolinesterasa. Esta enzima es fundamental para regular la acción de los neurotransmisores de determinadas funciones cerebrales. Según informes del Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo, estos conocimientos pueden posibilitar la producción de toxinas especializadas en atacar ciertos centros nerviosos. Según la mayoría de los expertos, las toxinas son las armas biológicas recombinadas genéticamente que más posibilidades tienen de ser empleadas en un conflicto que exigiese la aplicación de este tipo de armas. Su producción por métodos de ingeniería genética es fácil y de muy bajos costes.

Aquí también debe destacarse la gran manejabilidad de dichas armas y sus facilidades de producción, lo que hace que su almacenamiento sea obsoleto. Expertos europeos y norteamericanos coinciden en indicar que un Estado que desee producir armas biológicas recombinadas por la tecnología genética solo necesitaría una instalación frigorífica con unas 200 probetas llenas de material y cultivos originales, más la infraestructura de un laboratorio farmacéutico convencional. El resto de las operaciones, es decir el transporte, llenar con los virus las cámaras huecas de las bombas, los aerosoles, etc., se podrían realizar con la misma infraestructura militar existente para las armas químicas.

En cuanto a su aplicación directa, los militares piensan que el aerosol es el mejor vehículo para expandir las armas biológicas entre la población y los ejércitos enemigos. El sistema de aerosol permite proyectar virus y bacterias manipulados genéticamente en grandes nubes hacia áreas determinadas. Desde 1984, el ejército de Estados Unidos trata de crear en Dugway (Utah) una gigantesca instalación para la dispersión de armas biológicas a través de aerosoles; el presupuesto se cifra en 2.300 millones de dólares.

En lo que respecta a los efectos de estas armas sobre las personas, nos encontramos con la problemática de siempre cuando se valoran los resultados de la ingeniería genética: ignorancia absoluta. No obstante, es muy probable que estas armas multipliquen varias veces los horrores y el poder mortífero que siempre han poseído las armas biológicas convencionales. Sabemos, por ejemplo, que bastan unos pocos cultivos para poder infectar a una población de millones de personas con ántrax, fiebre amarilla o peste, enfermedades de alta motalidad; sin embargo, la mayoría de estas enfermedades epidémicas son bien conocidas, por lo que el estado agredido podría, dentro de ciertos límites, organizar actividades terapéuticas contra la epidemia. Eso sería casi imposible si los virus y bacterias agresores se hallan recombinados genéticamente, ya que la experiencia de la medicina oficial con esos seres manipulados es nula.


Otros riesgos de las armas biológicas

Por supuesto que los militares y políticos afirman que dichas armas jamás se emplearán con fines ofensivos y que se investigan y producen para mantener la paz. Pero independientemente del cinismo -consciente o inconsciente- que implican estas afirmaciones, la mera investigación en esta área puede implicar graves riesgos para la población que habite en las cercanías de los laboratorios y el transporte de las armas puede comportar graves riesgos.

Sobre este tema existe un desgraciado precedente que sucedió en la ciudad de Birmingham. El catedrático de virología de la Universidad de Birmingham, Henry Bedson, tenía instalado un laboratorio semiprivado en el primer piso de una antigua edificación en donde también existían otras instalaciones pertenecientes a la Universidad. En 1978 se hallaba trabajando él con otros asistentes en su laboratorio con cultivos del virus de la viruela. A las pocas semanas de haber manipulado los virus, se dio sorprendentemente en la misma ciudad un caso grave de viruela en una chica joven: Janet parker. Casualmente, la muchacha fue internada en el hospital donde trabajaba el profesor Bedson y e éste se le heló la sangre cuando supo que Janet trabajaba como fotógrafa para el Instituto Anatómico de la Facultad de Medicina de la ciudad, ya que el Instituto se hallaba precisamente sobre su laboratorio. El 11 de septiembre de 1978 moría Janet parker víctima de la viruela, pero un par de días antes el Doctor Bedson se había suicidado seccionándose la garganta con unas tijeras de césped. Técnicos de la Universidad que semanas después reconstruyeron el contagio de Janet Parker, llegaron a la conclusión de que los virus habían subido al piso superior a través de un respiradero de reducidas dimensiones, adyacente a la habitación donde trabajaba Janet. También indicaron que el laboratorio del Doctor Bedson no cumplía al cien por cien las líneas de seguridad marcadas por la OMS.

El caso Parker-Bedson es una muestra de los riesgos potenciales para la población que conlleva la investigación con microorganismos; en especial en Europa, donde en varios países los Ministerios de Defensa han encargado proyectos de investigación de ingeniería genética a laboratorios y equipos investigadores pertenecientes a las Universidades. Aunque en los laboratorios en donde se realiza manipulación genética de microorganismos, las medidas de seguridad se rigen por las directrices de Asilomar3, que son mucho más estrictas que las de los laboratorios convencionales (el contar con circuitos de reciclado de agua y aire propios y de compuertas de descontaminación en sus comunicaciones en el exterior), en los últimos años la mayoría de los laboratorios, tanto privados como estatales, en donde se practica la ingeniería genética han empezado a apartarse de estas severas reglas. En la actualidad4 se llevan a cabo en empresas multinacionales numerosos experimentos de manipulación genética en laboratorios semiconvencionales. En cuanto a los riesgos del transporte o de un sabotaje mencionaremos brevemente que en septiembre de 1981 desaparecieron de Fuerte Detrick 2,3 litros del virus Chikungunya, cantidad suficiente para infectar a toda la humanidad con fiebres tropicales. Hasta hoy el Pentágono no ha podido averiguar dónde fue a parar tan peligrosa arma.


El futuro de las armas biológicas

Como acabamos de comprobar, las técnicas de ingeniería genética no solo están al servicio de fines altruistas, de carácter médico o económico-social, sino que al mismo tiempo se emplean con fines totalmente militares, pues no en vano se trata de una tecnología capaz de aniquilar a millones de seres humanos en un corto espacio de tiempo. La posibilidad -atractiva para los militares- de crear un germen que acxtúe solo contra determinadas poblaciones, poseyendo al mismo tiempo una vacuna que haga inmune al agresor a sus efectos se está convirtiendo en realidad en la era de la ingeniería genética.

Existe un interesante paralelismo entre las armas biológicas recombinadas genéticamente y la energía nuclear en cuanto a fines bélicos se refiere. Ambas armas tienen un efecto aniquilador parecido, pues, en algunos casos las armas biológicas pueden tener un radio de acción letal todavía más amplio que las radiaciones ionizantes de origen nuclear, tanto las armas atómicas como las biológicas «contaminan» durante decenios los territorios donde son aplicadas, y ambos sistemas conllevan un alto riesgo de manipulación y de producción. Sin embargo, en algunos aspectos las armas biológicas pueden ser para los militares y políticos más atractivas que las atómicas: no destruyen la infraestructura del país conquistado, solo -al estilo de la bomba de neutrones- aniquilan a la población humana; y si además el país agresor se halla en posesión de una vacuna efectiva contra la epidemia, su población y su ejército pueden ocupar sin grandes problemas el territorio conquistado a pesar de la contaminación biológica. Por todas estas razones creemos que en los próximos decenios proliferarán los proyectos y centros dedicados a la investigación de armas biológicas en todo el mundo. El reto que se avecina al Movimiento Pacifista de aquí al año 2000 será el de enfrentarse a los tres grandes grupos de armas: las nucleares, las químicas y las biológicas.